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1280 almas de Jim Thompson: Cómo reírte con un psicópata y no sentirte (tan) mal

03/07/2025
portada de la novela de Jim Thompson 1280 almas en la que baja el título se observa una casa típica rural norte americana
portada de la novela de Jim Thompson 1280 almas en la que baja el título se observa una casa típica rural norte americana
  • Título: 1280 Almas
  • Autor: Jim Thompson
  • Año de publicación: 1964
  • Fecha de edición: Octubre 2017
  • Editorial: RBA Libros
  • Páginas: 208
Índice

    Emisora 1280 Almas

    Muy buenas tardes, damas y caballeros. Les habla Will Parker, desde los estudios centrales de KWPT, la emisora que informa con rigor, neutralidad y una pizca de desesperanza. Bienvenidos a su boletín de confianza, el único que sigue emitiendo a pesar de los cortes de luz, los rumores de corrupción y ese extraño olor que viene del pantano.

    La oficina del sheriff ha informado que la situación en Pottsville es de calma total. Literalmente. Ni un ruido, ni un testigo, tan siquiera un alma. Los vecinos aseguran que no ven a su alcalde desde hace tres días, pero el sheriff ha declarado que «es un hombre reservado, quizá está durmiendo«. En su pozo

    Hablando del sheriff, Nick Corey sigue acumulando éxitos en su carrera como garante de la ley y el orden. Esta semana ha logrado no resolver tres casos, ignorar cuatro denuncias, y hacer desaparecer dos problemas que nadie ha vuelto a mencionar. Se rumorea que su estrategia consiste en sonreír mucho, mirar al horizonte y, cuando nadie lo ve, apretar el gatillo. Pero son solo rumores. Nadie en esta emisora se atrevería a confirmarlos. Nos gusta respirar.

    La señorita Rose Carter ha solicitado protección tras recibir amenazas anónimas. El sheriff le ha ofrecido refugio… en su propia casa. Según testigos, entró como denunciante y salió como prometida. Una resolución eficiente y profundamente tradicional.

    En deportes, el partido entre los granjeros de Pottsville y el equipo visitante fue suspendido tras la desaparición del árbitro, que al parecer pitó una falta contra el equipo local. El sheriff, testigo presencial, aseguró que el árbitro «probablemente se mareó y cayó en su propia fosa«. No se han encontrado pruebas, ni falta que hace

    Y en cultura, la biblioteca municipal ha cerrado de forma definitiva. En su lugar se ha abierto una sala de descanso para el sheriff, equipada con un diván, una radio, y tres novelas de vaqueros. Literatura esencial para la toma de decisiones.

    Y hasta aquí el boletín de hoy, amigos. Les recordamos que, en Pottsville, lo importante no es saber quién hizo qué, sino aprender a no hacer demasiadas preguntas. Manténganse tranquilos, sonrían al pasar junto al despacho del sheriff, y si oyen un disparo, no corran, probablemente solo fue un accidente. O justicia poética.

    Nos despedimos con nuestro lema habitual: «KWPT, la emisora donde todo está bien… mientras no moleste a nadie importante». Buenas tardes, buena suerte, y cierren con llave. O no. Total, da igual.

    1280 almas: risa, horror y sátira desde la América profunda.

    Por supuesto, lo que acabaís de leer no es una retransmisión real, o no exactamente. Es mi forma de calentar motores, de poneros en situación con un poco de humor antes de adentrarnos en 1280 almas, una novela tan divertida como demoledora, tan seca como un discurso motivacional un lunes a las ocho de la mañana y tan cargada de mala leche que conviene abordarla con el estómago vacío.

    Porque sí, lo que acabáis de leer es ficción, pero no se aleja demasiado de lo que nos encontramos en esta historia, cargada de corrupción institucional, crímenes discretos y un sheriff que parece tonto pero es muy peligrosamente eficiente… para lo suyo. La América profunda, vista desde dentro y con una sonrisa tan falsa que acaba dando miedo. Tengo la impresión que Jim Thompson no escribió esta obra para distraer, sino para incomodar, para señalar con el dedo y, de paso, para reírse de todos —incluidos nosotros— mientras nos creemos por encima de su sheriff de pueblo.

    Así que apagamos la radio, nos limpiamos el polvo de los zapatos y entramos de lleno en la novela.
    ¿De qué va 1280 almas? Pues ahora os cuento.

    Sinopsis

    Nick Corey es el sheriff de Potts County, un condado rural del sur profundo donde la ley existe más como excusa que como costumbre. Y a Nick eso le va de maravilla. No se mete con nadie, no hace preguntas incómodas y no arresta a nadie que no quiera ser arrestado. A cambio, se gana cinco buenas comidas al día, largas siestas y los favores de unas cuantas mujeres condescendientes. Todo el mundo lo considera un bobalicón entrañable, incapaz de sostener una idea durante más de dos frases. Y a él no le importa que lo crean.

    Pero la realidad es otra. Nick tiene varios problemas que amenazan con sacarlo de ese cómodo letargo: tiene problemas con dos proxenetas locales . Su amante, Rose, vive con un marido violento que se interpone en sus planes. Y claro, con las elecciones a la vuelta de la esquina, Nick necesita limpiar su imagen y resolver estos asuntos… pero a su manera. Es decir, sin que parezca que está haciendo nada. Lo que comienza como una serie de incidentes incómodos, se acaba convirtiendo en una cadena de manipulaciones, silencios medidos y crímenes cuidadosamente dosificados.

    1280 almas acompaña a Nick Corey en ese viaje torcido y amoral hacia la reelección, mientras intenta mantener las apariencias, controlar los daños y seguir haciendo lo único que realmente domina: vivir sin trabajar y salirse siempre con la suya. Eso sí, sin dejar nunca que parezca que ha hecho algo.

    Estilo y personajes

    El estilo que emplea Jim Thompson en 1280 almas es afilado, cínico, escandalosamente divertido, pero también envenenado con una misantropía serena y devastadora. No hay rastro de melodrama ni sentimentalismos, Thompson escribe desde la grieta, desde ese podrido rincón donde la risa y el espanto conviven tan bien que ya ni se distinguen, aunque detrás de esa aparente espontaneidad hay una construcción calculadísima.

    El uso de la primera persona es esencial para lograr ese efecto, ya que toda la novela está escrita como si el protagonista estuviera pensando en voz alta, justificándose y trivializando lo que hace. La prosa se adapta a ese ritmo mental, y hay frases que se atropellan, elipsis que simulan distracción, repeticiones que suenan a rumiación e ironías que apenas se marcan.

    Otro rasgo que me ha gustado es como Jim Thompson cómo maneja el ritmo, ya que no abusa de las descripciones ni de las digresiones, va al grano, aunque ese grano siempre está contaminado. Cada escena tiene algo que chirría, una incomodidad que va creciendo, incluso en los momentos aparentemente más banales. Hay algo sucio en el aire, aunque todavía no se vea la sangre, y esa sensación de amenaza soterrada está sostenida, en gran parte, por el modo en que escribe, que es seco, sarcástico, cargado de frases que, sin ser sentenciosas, parecen tener filo.

    En esta obra todo esto lo encarna Nick, claro. Un tipo que parece un memo entrañable, una mezcla de sheriff de pacotilla y filósofo de baratillo, que se lamenta todo el rato de lo mucho que tiene que hacer, sin embargo, no para de comer y dormir, un patán aparentemente inofensivo. Y sin embargo… resulta que no, ya que detrás del acento de granjero bobalicón hay una mente fría y calculadora. Ese aire de “yo solo quiero llevar la fiesta en paz” es en realidad una estrategia de manipulación perfecta. Y eso es lo que más me impresionó, cómo Thompson convierte a este tipo, vago, cruel, mezquino y egoísta, en alguien con quien casi llego a empatizar. No porque lo admire, ni mucho menos, sino porque está tan bien construido que mi cerebro reptil —y eso que lo tengo domesticado— se puso de su parte antes de que pudiera hacer nada.

    A lo largo de la obra aparecen otros personajes como la amante y la esposa de Nick, un par de proxenetas que incomodan a Nick, el fiscal del distrito, otro personaje que encarna la hipocresía de la ley el ayudante del sheriff. todos están definidos de forma sucinta pero potente, y encarnan algún rasgo podrido del sistema, como el racismo, la ambición, la lujuria o la miseria moral. Y sin embargo, el estilo nunca se vuelve solemne ni didáctico. Al contrario, nos encontramos con una ironía constante, a veces cruel, que convierte la novela en una especie de farsa sin redención, pero narrada con una precisión quirúrgica.

    Opinión

    1280 almas me ha hecho reír, me ha incomodado y, lo admito, también me ha hecho aplaudir a un monstruo. No sé si esto dice más de la novela o de mí, pero lo cierto es que terminé el libro con una mezcla de diversión culpable y desasosiego moral. Y eso, en literatura, me parece una proeza.

    Me parece algo profundamente inquietante en el hecho de que uno pueda encariñarse con un personaje como Nick Corey. No porque sea encantador (no lo es), ni porque evolucione (no lo hace), sino porque Thompson nos hacer ver a través de sus ojos y, por un rato, ver el mundo como él, un lodazal de intereses egoístas, donde la idiotez, la brutalidad y la cobardía campan a sus anchas. Y Nick, el supuesto tonto del pueblo, es el único que entiende las reglas reales del juego.

    De un modo muy sutil, la novela se desliza del tono de farsa rural y costumbrista a un retrato brutal de la maldad cotidiana. Nos empezamos riéndo de lo inepto del sheriff, para terminar dándonos cuenta de que esa ineptitud era una máscara, y lo que había debajo es algo mucho más frío, astuto y aterrador.

    No hay redención, ni consuelo, ni moraleja, tampoco hay justicia poética. Lo sí qué hay es una sátira feroz, una especie de western invertido en el que el sheriff no salva al pueblo, sino que lo refleja. Nick Corey no es una anomalía, más bien es el producto más coherente de una sociedad podrida, una especie de hijo bastardo entre la América profunda, el darwinismo social y una pereza institucionalizada que convierte el poder en costumbre. Thompson no juzga, no sermonea, no se disculpa, sino que te mete en la mente de un psicópata rural y te hace disfrutar del viaje como si fueras su cómplice. Y cuando acabas, te mira de reojo y te dice: “¿Ves? Tú tampoco eras tan distinto”.

    Y puede que tenga algo de razón.

    Jim Thompson

    imagen de perfil de Jim Thompson

    Jim Thompson nació en Oklahoma en 1906 y murió en California en 1977. Fue uno de los autores más despiadadamente lúcidos del género negro estadounidense. Crudo, brutal y con un olfato infalible para husmear en las zonas más oscuras del alma humana, su obra tardó décadas en ser reconocida como lo que es: literatura de primera.

    Thompson comenzó escribiendo relatos criminales para revistas en 1929, pero no publicó su primera novela hasta 1942. Diez años más tarde alcanzó la consagración con El asesino dentro de mí, una obra demoledora que no dejó indiferente a nadie. De hecho, Stanley Kubrick quedó tan impresionado que lo contrató como guionista para dos de sus películas: Atraco perfecto y Senderos de gloria, una de las críticas más feroces al militarismo del siglo XX.

    En 1936, Thompson se afilió al Partido Comunista de Estados Unidos y, aunque nunca llegó a militar, fue llamado a declarar por el Comité de Actividades Antiestadounidenses del senador McCarthy, pero su obra —aún no valorada por la crítica— lo mantuvo al margen de la “caza de brujas”.

    Desde su redescubrimiento en Francia en los años sesenta, ha sido reconocido como uno de los tres grandes autores del género negro junto a Dashiell Hammett y Raymond Chandler. Entre sus obras más destacadas, además de la mencionada 1280 almas, se encuentran El asesino dentro de mi, Hijos de la ira y La huida. Thompson fue un escritor incómodo, que retrató una sociedad enferma, y lo hizo con un estilo afilado, sarcástico y cruel, pero también profundamente humano.

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