

- Título: Chilco
- Autora: Daniela Catrileo
- Editorial: Seix Barral
- Año de publicación: 2025
- Páginas: 256
Instrucciones para leer Chilco, de Daniela Catrileo
- No leas en línea recta.
Este libro más que avanzar serpentea. Permite que los capítulos te confundan, te transporten, te contradigan. Chilco no tiene mapa, y eso es parte del viaje. - Ten a mano una taza de agua de lluvia o un recuerdo de tu infancia periférica.
Mejor si es una tarde gris, mejor si el recuerdo duele un poco. No necesitas saber por qué. - Si te encuentras en una ciudad gentrificada, haz pausas para respirar.
Tal vez escuches en tu pecho el mismo zumbido que retumba en la Capital de la novela. No lo ignores. - Cuando aparezcan palabras que no entiendas, no busques en Google, simplemente presta atención.
Algunas lenguas no se traducen. Se absorben, se respetan, se deja que hablen por sí solas. - Lee en voz alta los fragmentos que duelen, puede que alguien en la casa los necesite.
Esta novela está escrita en muchas voces, algunas prestadas, otras enterradas. Su eco es medicinal. - Si al terminar sientes que una isla te ha crecido en el pecho, guárdala. Te servirá más adelante.
Chilco, además de un lugar, es una forma de recordar lo que nos quisieron quitar. - No te preocupes si a mitad del libro no sabes quién es el personaje principal.
A veces es Marina, a veces es Pascale, a veces, eres tú. - No esperes que el conflicto se resuelva.
Esta novela no promete salvación, promete memoria. Y la memoria, como bien sabes, nunca cierra del todo. - Anota lo que no comprendas. Revísalo dentro de cinco años.
Hay libros que crecen con uno, y Chilco es una semilla de palabras que aún no hemos aprendido a pronunciar. - Guard esta novela cerca de los huesos.
Porque algún día —cuando todo vuelva a temblar— necesitaras recordar cómo resistieron los que vinieron antes. - Después de leer, no hables de “realismo” o “ficción” como si fueran opuestos.
En este libro, lo ancestral, lo queer, lo fantástico y lo político no se repelen, sino que se abrazan. Como en la vida.
Chilco: despojo, crisis habitacional y resistencia en la novela de Daniela Catrileo.
Desde su publicación en octubre de 2023, Chilco, de Daniela Catrileo, se ha convertido en una de las novelas más potentes y comentadas de la narrativa chilena reciente. En 2024 recibió el Premio Municipal de Literatura de Santiago en la categoría novela, destacada por el jurado por su originalidad formal, su densidad simbólica y por “instalar un cronotopo de la catástrofe social” a través de una escritura que interpela desde los márgenes. Además, ha sido traducida al inglés y al danés, y su alcance internacional creció aún más cuando la artista Dua Lipa la recomendó en su club de lectura Service 95, describiéndola como una obra que “cuestiona las raíces, la identidad y las heridas del colonialismo”.
Pero más allá de los reconocimientos, Chilco es una novela que nos enfrenta a una distopía incómodamente cercana, en la que dos protagonistas, Marina y Pascale, huyen desde una ciudad devastada por los socavones del capitalismo y la violencia estatal hacia una isla que encierra una memoria colectiva silenciada, la memoria del despojo, del amor disidente, del linaje mapuche y del deseo de reconstruir comunidad desde los fragmentos. Es un relato que, en medio del colapso, no deja de buscar ternura, lenguas vivas y espacios donde resistir con dignidad.
Con todo esto en mente, vamos con la reseña.
Sinopsis
Marina y Pascale son una pareja que, cansada del deterioro social y económico en la Capital —una ciudad cada vez más hostil e inhabitable—, decide dejarlo todo atrás para migrar a la isla de Chilco, un territorio remoto y ficticio del sur de Chile. La novela comienza con su llegada a ese nuevo lugar, donde Marina —la narradora— intenta adaptarse a una realidad completamente distinta, marcada por los olores intensos, los silencios extraños y la sensación de haber cruzado un umbral invisible. Pronto descubrimos que el pasado reciente en la ciudad fue difícil, debido a una situación marcada por la precariedad, el alza de precios, la crisis habitacional, la represión policial y una estructura social en plena descomposición.
Antes de la partida, ambos intentaron sobrevivir alquilando una habitación como taller, enfrentaron conflictos de convivencia, la pérdida del empleo de Pascale, y un sistema laboral que agota sin ofrecer futuro. En paralelo, Marina rememora su infancia, sus vínculos familiares, su relación anterior con Leila, y la forma en que su historia de amor con Pascale fue deteriorándose por el peso de las circunstancias. A lo largo de la narración, se alternan los recuerdos de la Capital —el despojo, las protestas y la ilusión de un cambio que nunca llegó— con la experiencia de asentarse en Chilco, un espacio que contrasta radicalmente con lo vivido, muy distinto en ritmo, en clima y en costumbres.
Sin embargo, la tranquilidad no es permanente. En Chilco también habita el dolor, y mientras Marina y Pascale intentan rehacer su vida, las heridas del pasado, la tensión del presente y una tragedia inminente marcan el rumbo del relato hasta su conmovedor desenlace.
Estilo y personajes
Sin duda alguna lo que más destaco de Chilco es su prosa. Daniela Catrileo escribe con una delicadeza punzante, con una escritura tierna y elegante pero capaz de dejar huella y doler. Su lenguaje es íntimo, poético, lleno de imágenes que se quedan girando en la cabeza. Hay una sensibilidad que se nota en cada frase, una forma de observar el mundo que es capaz de registrar tanto el temblor de una relación amorosa que se resquebraja como la violencia sistemática de un modelo social que empuja a sus protagonistas al borde. En ningún momento sentí que las palabras estuvieran de más, al contrario, cada escena, cada recuerdo, cada sensación está escrita con una atención minuciosa al detalle emocional.
La estructura del relato acompaña ese tono, ya que no se impone con una trama cerrada ni con giros espectaculares, se mueve como lo hacen los recuerdos, de una forma discontinua, por asociación, con pausas largas y detalles minúsculos que van cobrando sentido con el tiempo. La escritura, aunque fragmentaria, no se siente dispersa, ya que cada fragmento, cada escena o imagen, parece contener en sí misma una carga emocional o política que no necesita ser subrayada. La mirada de Catrileo —marcada por su paso por la poesía— logra condensar, en pocas líneas, tanto lo cotidiano como lo abismal.
Los personajes no están ahí para representar ideas, sino que se sienten vividos, con voces propias, con maneras de hablar que suenan naturales y específicas. Marina, por ejemplo, se muestra contradictoria, vulnerable, lúcida. Es una narradora que observa y se interroga, que duda. Pascale, su compañera, guarda una relación compleja con la isla y con su propio pasado familiar. Las mujeres de la familia de Marina también irrumpen como presencias que anclan o empujan, y su red afectiva va ganando espesor a medida que avanza el relato.
La relación entre Marina y Pascale no es idealizada, ya que aparece marcada por la rutina, el cansancio, los efectos del desempleo, la desesperanza. Pero también hay gestos de amor, pequeños intentos de reconstruirse. Lo interesante es que no hay un arco clásico de ascenso o caída; lo que hay es un convivir, un resistir juntos —o intentar hacerlo— mientras el mundo alrededor se hunde, literalmente.
Lo narrado no ocurre en un territorio neutro. Aunque no se mencione directamente, la ciudad es reconocible como Santiago, con sus edificios desplomándose, su crisis habitacional, sus protestas recientes, aunque la escritura no se detiene en el registro sociológico. En cambio, convierte ese contexto en materia poética, dejando que el lenguaje —a veces barroco, a veces minimalista— actúe como puente entre lo íntimo y lo político. La novela funciona así como una suerte de canto quebrado a lo que se desmorona y a lo que persiste, que no es otra cosa que cuerpos, memorias, vínculos y lenguas.
Conclusión
Chilco no me ha conquistado con fuegos artificiales, ya que no es de esos libros que deslumbran desde la primera página ni de los que uno recomienda con entusiasmo automático. Es otra cosa. Es de los que se te quedan clavados debajo de la lengua y que, días después, todavía estás rumiando sin darte cuenta.
Me ha gustado la forma en que Catrileo logra que el colapso social se sienta como una experiencia íntima. La precariedad no está en abstracto, está en el cansancio de los cuerpos, en los silencios entre Marina y Pascale, en los recuerdos familiares que no cierran bien. Hay momentos en los que la narración parece tan frágil que uno teme que se deshaga, pero no, es el mundo el que está resquebrajado, no la escritura. La escritura está firme. Es sutil, pero no flaquea.
Lo leí lento, porque el libro no me dejaba otra opción. No es que sea difícil —aunque momentos que desconciertan—, es que obliga a tomarse el tiempo. No hay prisa en esta novela, y si uno intenta leerla rápido, se escapa, ya que Chilco pide atención, pero no a gritos, sino con una calma tensa que a veces duele más que cualquier escena explícita.
Lo que me costó fue asumir que no iba a encontrar una resolución clara, ni personajes “redondos”, ni una estructura convencional. Y sin embargo, todo lo que me hizo dudar mientras leía, terminó siendo precisamente lo que más valoro ahora. Porque esta novela no responde a las reglas del mercado, ni a la lógica del algoritmo, ni a las expectativas del lector cómodo. Esta novela habla desde otro lugar. Y lo que dice —aunque no siempre lo entienda del todo— me parece urgente.
No sé si Chilco gustará a todo el mundo. De hecho, casi prefiero que no. Algunos libros no vienen a gustar, sino a incomodar, a recordar, a resistir. Este es uno de esos. Y se agradece.
NOTA: 4,3/5
Daniela Catrileo

Daniela Catrileo Cordero nació en 1987 en Santiago de Chile, en la comuna de San Bernardo. Es de ascendencia mapuche champurria —es decir, con origen indígena por parte de padre y no mapuche por parte de madre—, una identidad que ha sido central en su vida y su trayectoria intelectual.
Estudió Licenciatura en Educación y Pedagogía en Filosofía en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE). Más adelante cursó diversos programas de posgrado, entre ellos un Diplomado en Periodismo Cultural y Crítica de Libros en la Universidad de Chile y un Magíster en Estéticas Americanas en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Durante varios años ejerció como profesora de filosofía en enseñanza secundaria.
Además de su trabajo como docente, ha sido activa como tallerista, conferencista y promotora cultural. Es miembro fundadora del colectivo mapuche Rangiñtulewfü, que reúne a escritoras, artistas y pensadoras indígenas en torno a la revitalización de las lenguas y saberes ancestrales desde una perspectiva crítica y contemporánea. También participa en la revista literaria Yene, un espacio independiente de reflexión y creación desde los pueblos originarios.
En 2022 fue designada como consejera del Consejo Nacional de Televisión (CNTV) de Chile, convirtiéndose en la primera mujer mapuche en integrar dicho organismo. Su nombramiento fue considerado un hito en la representación indígena en espacios institucionales.
Además de su trabajo literario, ha incursionado en proyectos interdisciplinarios que incluyen la performance, el videoarte y el ensayo experimental, con propuestas centradas en la memoria, el territorio, el cuerpo y la diáspora mapuche en contextos urbanos.
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