

- Título: Invisible
- Autor: Rodolfo H. Farías
- Año de publicación: 2021
- Editorial: Caligrama
- Páginas: 282
La maravilla de encontrar lo que no se busca
Una de las mayores satisfacciones de leer hoy en día es la posibilidad de descubrir voces nuevas o poco difundidas, escritores que —fuera del radar de los grandes sellos editoriales— cultivan una obra valiosa, original y con una identidad propia. Siempre me ha interesado explorar esa zona menos transitada de la literatura, donde la calidad no siempre va de la mano con la visibilidad. En un contexto en el que editoriales emergentes y las plataformas de autopublicación han democratizado el acceso a la edición, han surgido numerosos autores que, lejos de responder a las fórmulas del mercado, se atreven a explorar con libertad el lenguaje, la forma y el pensamiento. Muchos de ellos merecen sin duda un mayor reconocimiento, y mi intención con estas reseñas es justamente ayudar a visibilizar esas voces.
En este recorrido me he topado con un autor que me ha causado una auténtica conmoción literaria: Rodolfo H. Farías. Su nombre tal vez no sea conocido aún en los circuitos literarios, pero su escritura tiene una madurez, una profundidad y una belleza que difícilmente se olvidan. Farías nació en Agujita, Coahuila (México, 1955), en plena región carbonífera del noreste del país. Además de escritor, es neurólogo con una trayectoria profesional de más de cuarenta años en el Centro Médico Nacional, donde ha sido sinodal en exámenes de certificación de nuevos neurólogos y profesor universitario en múltiples instituciones. Su currículum académico es extenso, con participación activa en congresos internacionales y publicaciones indexadas en el campo de la neurociencia. Pero lo que más me ha impresionado es cómo esta formación científica convive, sin fricción, con una sensibilidad literaria profundamente estética, reflexiva y musical.
He leído recientemente su novela Invisible, y ha sido una experiencia de lectura intensa y reveladora. No es solo una novela singular en su estructura y su lenguaje, sino una obra que parece escrita desde una zona liminal entre la poesía, el pensamiento y el delirio. Me ha fascinado no solo por su complejidad narrativa y simbólica, sino por el modo en que logra instalarse como una presencia persistente. Hay una rara belleza en sus páginas, una voz que no se parece a ninguna otra, y una capacidad para incomodar, emocionar y deslumbrar en un mismo movimiento.
Leer a Farías me ha llevado a preguntarme cuántos otros escritores, con obras igual de poderosas, están escribiendo en los márgenes de la industria, sin los focos ni la difusión que merecen. Me encantaría encontrar más autores como él, voces que no escriban por tendencia ni por fórmula, sino desde una necesidad genuina de explorar la conciencia, el lenguaje y la experiencia humana. De hecho, en próximas entregas, estaré reseñando las otras dos obras publicadas de Rodolfo Farías, que son un poemario y un libro de relatos breves, que prometen seguir expandiendo el universo poético y simbólico que tan magistralmente ha comenzado a delinear en Invisible.
Si eres escritor o escritora y consideras que tu obra podría generar una sorpresa literaria como la que me ha dado Rodolfo Farías, te invito a compartirla conmigo. Me interesa la literatura que se arriesga, que va más allá de las formas convencionales, que apuesta por lo sensorial, lo reflexivo y lo emocional sin concesiones. Puedes escribirme a: seguratorres110@gmail.com
Este espacio está abierto para quienes creen que la literatura aún puede ser una forma de pensamiento radical, una búsqueda estética profunda y un acto de comunicación honesta. Y Rodolfo H. Farías, sin duda, es una prueba viva de ello.
Invisible, diario poético de una mente sitiada
Invisible no es una novela al uso. Es un artefacto literario difícil de clasificar, a medio camino entre el relato de introspección, la prosa poética y el ensayo especulativo, tan sensorial como intangible, y que exige al lector algo más que atención, exige entrega aunque recompensa esa entrega con un texto bello, poético y sensorial. Rodolfo Farías ha escrito un libro desafiante que descoloca, incomoda y, a ratos, deslumbra. Leerlo es como abrir una caja que contiene otra caja, que a su vez contiene un enjambre de espejos que reflejan partes de nosotros mismos que no sabíamos que estaban ahí.
El personaje central es el Ingeniero, cuya identidad se diluye a medida que avanza el texto. En torno a él gravitan pensamientos, voces, memorias, reflexiones, sueños, diagnósticos médicos, jardines, perfumes y frases que se instalan como ecos persistentes. Pero más que la historia del Ingeniero, Invisible es una inmersión en su conciencia, o en algo más abstracto, como un intento de representar lo que ocurre cuando una mente se convierte en escenario de algo que no puede nombrar.
El libro se abre con una presencia inquietante que se introduce en el cuerpo del Ingeniero mientras duerme. Esa entidad, que podría ser una enfermedad, un pensamiento, un sueño, su propia conciencia o incluso la misma escritura, enumera una especie de decálogo sombrío de intenciones. Desde ese momento, el relato se convierte en un descenso sin red por una conciencia que se percibe invadida.
Estilo
La escritura de Farías es sensorial, fragmentaria, cargada de imágenes, con una prosa que no teme el barroquismo ni la densidad, pero que a la vez mantiene un ritmo hipnótico, como si las palabras obedecieran a una música secreta. El estilo literario es muy rico y evocador, se emplea la segunda persona (“tú, Ingeniero”) de forma constante, creando una relación directa e íntima con el protagonista. La prosa es elaborada, muy poética y abunda la descripción lírica, sensorial y las metáforas visuales, especialmente relacionadas con los jardines. Además, el autor alterna entre parlamentos técnicos y fragmentos líricos.
Hay secciones casi en verso libre, con paralelismos y aliteraciones. Los capítulos llevan títulos metafóricos que reflejan la atmósfera o motivo del pasaje (p.ej. “Escolástica”, “Pavana”, “Espéndido”). La narración salta en el tiempo sin avisar, combinando presente, pasado remoto y sueños, esta estructura fragmentada refuerza la confusión mental del Ingeniero. También se notan recursos retóricos variados, como preguntas retóricas, diálogos internos y con terceros, y un uso frecuente de la sinestesia. El resultado estilístico es un lenguaje complejo, original, hermoso, elegante, profundo y poético, pero accesible, y en el que mezcla un tono profesional, con uno íntimo y emocional. En conjunto, la novela presenta una red narrativa cuidada, donde cada capítulo aporta una pieza al puzle –uno aborda un experimento, otro describe un sueño– y el lector debe ensamblar la historia. El uso de la segunda persona y las imágenes oníricas hacen que Invisible se lea como un diario oscuro y poético más que como una trama lineal tradicional. La riqueza lingüística y los giros inesperados mantienen vivo el interés y la sensación de estar ante una obra intensa, envolvente y de muy bella factura.
La voz narrativa, simbolismo
El personaje clave en Invisible es la voz narradora, la entidad invisible que habla en primera persona y se dirige al “Ingeniero”. Su naturaleza es deliberadamente ambigua, ya que veces actúa como una conciencia que dice conocerlo íntimamente y exhibe celos o admiración hacia él. Sin embargo, también se comporta como un mal intruso que parece sabotear su vida, mientras se describe a sí misma como un engaño que busca desplazarlo. Por un lado, esta voz podría interpretarse como la manifestación de una enfermedad mental o neurológica. Si “oír voces” evoca alucinación, el texto sugiere que esta voz interior es a la vez parte de él y algo externo. Por otro lado, la voz tiene tintes muy poéticos y alegóricos, puesto que habla de leyes secretas, de un mal instalado en su “cuerpo extraño”, y describe el mundo con metáforas. En este sentido podría verse como una entidad poética, que actúa como un flujo de conciencia, quizá la personificación del propio subconsciente creativo o de la memoria rebelde del Ingeniero. En resumen, la voz invisible encarna un símbolo doble, ya que es al mismo tiempo la conciencia íntima del protagonista (con sus miedos y ansias) y la voz de su enfermedad latente.
Conclusión
Invisible me ha dejado una impresión profunda y duradera. No es frecuente encontrarse con un libro que desborde los límites del género de forma tan orgánica, ni con una voz narrativa tan segura de sí misma que pueda conjugar lo lírico con lo técnico, lo íntimo con lo abstracto, lo poético con lo corporal. Me he llevado una grata y poderosa sorpresa, ya que este libro no solo es original, es también profundamente bello y radicalmente honesto en su exploración del pensamiento, del cuerpo, del tiempo y de la conciencia.
Hay una música secreta en la prosa de Rodolfo Farías. Una cadencia que no se parece a la de nadie más, pero que en momentos recuerda la precisión conceptual de Borges y la espiritualidad sensorial de Rilke. Leer Invisible es entrar en una partitura donde cada palabra pulsa como nota, cada imagen tiene una resonancia, cada silencio entre frases forma parte del ritmo. Esa musicalidad está tan cuidadosamente trabajada que uno se sorprende al descubrir que no decae nunca, que no hay picos ni caídas bruscas, y que el autor no solo mantiene ese tono complejo y armónico a lo largo de toda la obra, sino que lo eleva. Página tras página, el lenguaje se afina, se arriesga más, se desborda con más audacia y más conciencia de su propia potencia expresiva.
También sorprende la estructura, una arquitectura narrativa casi sin andamios visibles, pero de gran solidez interna. Como un jardín diseñado por alguien que entiende tanto de simetría como de azar. Hay una inteligencia emocional en el modo en que el texto se desenvuelve, una sensibilidad por los ciclos, los estados alterados de conciencia, las recurrencias simbólicas. La segunda persona —ese “tú, Ingeniero”— genera una extraña intimidad, y es también un espejo que se vuelve hacia el lector, puesto que uno acaba preguntándose si la voz que habla no podría ser la suya.
Rodolfo Farías ha creado una obra que es a la vez sueño, diario, delirio, plegaria y tratado de botánica interior. Invisible es difícil de encasillar, pero también difícil de olvidar. Su belleza no es fácil ni complaciente, pero sí auténtica, coherente y muy poderosa. Es un libro que se queda adentro, como un perfume raro, como una idea que no se termina de entender pero tampoco se quiere soltar. Un libro para volver a él muchas veces, en distintos momentos de la vida, y encontrar en cada lectura un significado nuevo.
NOTA: 4,4/5
Rodolfo H. Farías

Rodolfo H. Farías nació en Agujita, un pequeño poblado de la región carbonífera del noreste de México, en 1955. Se formó como neurólogo en el Centro Médico Nacional, donde inició una sólida trayectoria profesional que hoy suma más de cuarenta años de experiencia clínica, académica y científica. Ha sido sinodal en los exámenes de certificación de nuevos especialistas, y ha ejercido la docencia en programas de pre y posgrado en diversas universidades mexicanas. Sus investigaciones han sido publicadas en revistas científicas indexadas, y su voz ha estado presente en congresos internacionales en América, Europa y Medio Oriente.
Pero su inquietud intelectual no termina en los límites de la ciencia. Farías ha sabido tender puentes entre el rigor neurológico y la exploración estética. Invitado por el Seminario de Cultura Mexicana, ha promovido activamente la neuroestética, campo que vincula la percepción artística con el funcionamiento cerebral. Esta línea de pensamiento ha sido también la base de su propuesta literaria, que él mismo define como mirrealismo, una escritura que impugna la repetición automática y pone el énfasis en la precisión sensorial del lenguaje, entendido como herramienta de conciencia y revelación.
Autor de novela, poesía y relato breve, Farías concibe la literatura como un territorio donde la mente se desdobla, se observa y se reescribe. En su obra conviven el pensamiento clínico, la imagen poética, la meditación filosófica y una profunda atención al ritmo y la forma. Para él, el jardín no es solo un espacio de contemplación, sino una forma de pensamiento, una metáfora de orden, memoria y posibilidad.