

- Título: Transfiguración
- Autor: Rodolfo H. Farías
- Año de publicación: 2024
- Páginas: 104
Relatos y poema: explorando el universo lírico de Rodolfo H. Farías.
Después de la profunda impresión que me dejó Invisible, la novela de Rodolfo H. Farías, supe que no podía quedarme ahí. Aquella lectura fue algo más que un descubrimiento literario, ya que supuso para mí una fuerte sacudida estética, una experiencia que desbordó los límites de lo narrativo para instalarse en una zona donde el lenguaje y el pensamiento se funden con lo sensorial. Con esa conmoción aún presente, me propuse leer las otras dos obras publicadas por este autor: el libro de relatos Transfiguración y su poemario Línea de tiempo. Ambos confirman —con estilos y registros distintos— que estamos ante una voz literaria singular y de una hondura y originalidad inusuales.
Lo que me ha resultado más fascinante en este recorrido es comprobar cómo Farías despliega su universo poético desde diferentes formas sin perder coherencia ni intensidad. Si en Invisible se insinuaba una mirada poética, filosófica y fragmentaria sobre el la mente, el tiempo, el cuerpo y la memoria, en Transfiguración esa mirada se multiplica en relatos que tocan lo político, lo íntimo y lo espiritual con un lirismo áspero, a veces incómodo, peor siempre revelador. Por su parte, el poemario confirma que la poesía no es para él un adorno, sino un modo esencial de conocimiento, una herramienta para desentrañar lo real y lo invisible.
Leer estas obras en conjunto es asomarse a una literatura que no busca complacer ni adornar, sino decir algo verdadero, aunque sea desde el temblor o desde el silencio. En este artículo, me propongo compartir una lectura abierta —más intuitiva que académica— de estos dos libros. No con la intención de explicar o encasillar la obra de Farías, sino para seguir explorando esa escritura que, desde los márgenes, nos recuerda que la literatura sigue siendo un territorio de libertad y de asombro. Si aún no has leído la reseña de su genial novela Invisible aquí te dejo un enlace: https://vocesdelibros.com/invisible-rodolfo-h-farias/
Transfiguración, relatos sobre lo social, lo íntimo y lo mítico.
En esta colección de relatos, Rodolfo H. Farías construye un universo donde lo cotidiano se desdobla en capas sensoriales, éticas y metafísicas. Aquí, la violencia no siempre se grita, a veces apenas se respira. La belleza no se ostenta, se filtra como un vapor entre los dedos. Y la identidad —ese eje movedizo— se pliega como una tela al viento o se desintegra como un cuerpo en el agua.
Desde los llanos del norte mexicano hasta los abismos del inconsciente, Transfiguración propone un mapa de la experiencia humana narrado con un lirismo poco común y una sensibilidad poética que recuerda a autores como Rulfo o Arreola, pero con una voz única, profundamente contemporánea.
El poder y sus espectros
“Panza Fría”, relato inaugural, puede leerse como una leyenda criminal, un corrido triste o una parábola sobre la corrupción emocional del poder. El protagonista, Panza Fría es más que un personaje, es una mitología de lo rural, de la dureza del dinero informal, del entramado político que nunca se firma pero siempre se paga. Farías arma su figura con elementos del barroco costumbrista: gallos, caballos, ferias y deudas. La musicalidad del lenguaje —con metáforas hirvientes y ritmos casi orales— nos arrastra hasta un final que revela la culpa como única forma de justicia. La confesión es un sacramento secular que no redime, solo quema.
En “ La Cuatro Cuarenta”, esta tensión entre el orden institucional y la locura se exacerba. Bajo una apariencia documental, el relato satiriza la psiquiatría tecnocrática que intenta borrar la diferencia a punta de voltios. Pero la locura no se doma, se transforma, mientras que la violencia del Estado aquí no borra la disidencia, la exacerba. El disparo final es una nota de liberación trágica, un aullido desde lo más profundo del alma electrocutada.
Infancias al borde del mundo
En el otro extremo del espectro, Farías da voz a niñas y adolescentes que, desde la precariedad, hacen del lenguaje una forma de resistencia. “Palmira” y “Los colores de la pobreza” son piezas breves y luminosas que no caen en el sentimentalismo. Más bien, cultivan una ternura cruda, honesta. La infancia, lejos de ser idealizada, se presenta como un campo de batalla donde la imaginación y la palabra son las únicas armas frente a la escasez y el silencio adulto.
Lo mismo ocurre en “La peregrinación”, donde una niña transita de la obediencia ritual a la experiencia sensorial como forma de autoconocimiento. Aquí, lo mágico no es un efecto especial, sino una forma de ver. El lenguaje se inunda de sinestesias, de metáforas táctiles y de un lirismo que convierte la desobediencia en revelación.
El cuerpo, la tela y la sangre
Hay una línea subterránea que une varios relatos, y que es el cuerpo como superficie de inscripción. En “Inclinación por las telas”, la narradora se convierte en prenda, en vestigio, en memoria encarnada. La sangre, el sudor, los hilos son formas de persistencia identitaria. La tela no cubre, sino que encierra. El cuerpo se vuelve objeto y rastro a la vez. Una idea que se conecta con “Stendhal y tú”, donde la estética —el arte, la belleza, la contemplación— deja de ser un goce pasivo para convertirse en peligro. El síndrome de Stendhal, aquí, se transforma en metáfora de la sensibilidad extrema, esa que rompe el equilibrio, que convierte la emoción en enfermedad.
Paisaje, memoria y territorio
“Transfiguración de las especies”, es una pieza poética, casi mística, que vincula lo humano con lo vegetal, lo acuático, lo mineral. El personaje que guía la reflexión, se convierte en un médium entre la ciencia y la espiritualidad. El agua, la sangre, el vapor, el carbón, todo se vuelve símbolo de una existencia que no termina, sino que se transfigura.
Este motivo —la memoria como geografía simbólica— alcanza su clímax en “La configuración de los límites”, un relato más cercano al códice que al cuento moderno. Aquí, Farías recupera la voz colectiva y ancestral, tejida con nombres indígenas, territorios olvidados y una espiritualidad subterránea que sigue latiendo bajo el lenguaje. Es un texto telúrico, casi ritual, donde la narración cede su lugar a una meditación coral sobre la historia, el olvido y la persistencia.
Entre el miedo y la incertidumbre
“Oleadas de miedo” y “Diario intermitente” representan el otro eje de la colección, la amenaza del abismo. El primero construye un microcosmos de ansiedad en torno al mar, esa metáfora perfecta del inconsciente. El protagonista, incapaz de nadar, es también incapaz de sostenerse frente a su propio pánico. En “Diario intermitente”, la amenaza no viene del mar sino del interior del hogar, donde Carina, madre y cuidadora, se revela como un ser escindido, tal vez patológico, tal vez simplemente humano. Farías bordea el realismo mágico sin cruzarlo del todo, dejando al lector en una zona de incertidumbre emocional y moral. El hogar, como el mar, puede ser tan seguro como siniestro.
Una poética de lo inasible
Lo más admirable de Transfiguración es su diversidad sin perder cohesión. Cada relato propone una estética distinta, que va desde la sátira documental hasta la poesía pura; desde la voz infantil hasta la introspección adulta; desde la denuncia hasta la contemplación. Sin embargo, todos comparten un mismo impulso:, que no es otro que el deseo de atrapar lo inasible. La memoria, el miedo, el poder, la belleza, la infancia, el territorio, la locura, todos aparecen como formas de lo intangible, de lo que se nos escapa pero nos constituye.
Rodolfo H. Farías no escribe solo relatos, sino que teje umbrales. Cada cuento es una frontera móvil entre el cuerpo y el lenguaje, entre el recuerdo y el presente, entre el yo y el otro. Transfiguración es, en ese sentido, un libro profundamente generoso, ya que no ofrece certezas, pero abre mundos.
NOTA:4/5

- Título: Línea de tiempo
- Autor: Rodolfo H. Farías
- Año de publicación: 2023
- Páginas: 63
Línea de tiempo, donde florece la belleza y el pensamiento
Por otro lado, Línea de tiempo, el poemario de Rodolfo H. Farías, constituye una meditación prolongada sobre la creación poética, la experiencia sensorial y la dimensión espiritual de la escritura. Desde sus primeros versos, nos vemos inmersos en un universo simbólico donde la flor no es solo una imagen estética, sino una entidad viva que encarna el pensamiento, el deseo, la palabra y la dificultad de decir. La flor —centro axial de varios poemas— no representa un objeto a contemplar desde fuera, sino un interlocutor interior, un germen que exige presencia, cuidado y escucha. En este sentido, la flor no es metáfora, sino acontecimiento.
Los poemas no se construyen como relatos cerrados, sino como procesos abiertos, como actos de pensamiento en tiempo real. A menudo, el yo poético se muestra dudoso, expectante, incluso torpemente emocionado frente al lenguaje. Pero es precisamente esa vacilación —ese temblor previo al acto de nombrar— lo que confiere a estos textos su autenticidad y su hondura. Se trata de una poesía que piensa mientras siente, que siente mientras escribe, y que escribe sabiendo que no todo se puede decir, pero intentando decirlo igual, con una mezcla de humildad, osadía y asombro.
A lo largo del libro, encontramos una sensibilidad botánica, sensorial, casi mística, donde la naturaleza no es un paisaje exterior, sino una extensión del cuerpo, un espejo del alma, un lenguaje cifrado que hay que aprender a leer sin imponerle interpretaciones. La voz poética no se posiciona como dueña de los significados, sino como alguien que se deja atravesar por lo que ocurre, que se ofrece como cauce, como escucha, como “territorio poroso” donde florece lo poético. En “Aquí estoy capaz de ti”, por ejemplo, se alcanza una fusión entre el cuerpo, el entorno natural y la palabra que recuerda a ciertas experiencias místicas descritas por poetas del Barroco o del Romanticismo tardío, pero con una voz contemporánea que duda y se interroga, sin solemnidades.
Algunos textos se acercan a lo surreal, otros a lo contemplativo, y todos comparten una voluntad de disolver las fronteras entre pensamiento, emoción y materia. La estructura es deliberadamente no lineal, los poemas avanzan como intuiciones, como fragmentos de algo que se revela parcialmente, como si el libro entero fuera un organismo en crecimiento más que una construcción terminada. No hay una lógica argumentativa, sino una lógica sensitiva. A veces, como en “Anticipas profundamente la novedad”, el poema se vuelve excavación, descenso telúrico, contacto con lo primigenio y donde el lenguaje se vuelve arcilla y el verso una especie de arqueología de la conciencia.
En los tramos finales, el poemario adquiere una dimensión ética y política sutil pero incisiva. “Un silencio palpable” y “¿Qué pasa aquí?” son textos que, sin abandonar el tono lírico, incorporan una crítica al ruido contemporáneo, a la velocidad, al despojo sensorial y espiritual que impone la vida moderna. Frente a eso, el poema se vuelve acto de resistencia, como una defensa del asombro, del silencio fértil, del pensamiento lento y de la sensibilidad como forma de existencia.
Este no es un libro fácil, ni pretende serlo. No ofrece explicaciones, sino atmósferas. No busca cerrar sentidos, sino abrirlos. Su poesía se construye sobre la base de la fragilidad, la espera, la contemplación y el temblor. Y en esa apuesta —lenta, orgánica, reverente— reside su fuerza, que nos recuerda que la poesía no siempre debe entenderse, pero sí debe sentirse, y que hay formas de pensamiento que solo florecen cuando se las deja respirar.
NOTA:4,1/5
Rodolfo H. Farías

Rodolfo H. Farías nació en Agujita, un pequeño poblado de la región carbonífera del noreste de México, en 1955. Se formó como neurólogo en el Centro Médico Nacional, donde inició una sólida trayectoria profesional que hoy suma más de cuarenta años de experiencia clínica, académica y científica. Ha sido sinodal en los exámenes de certificación de nuevos especialistas, y ha ejercido la docencia en programas de pre y posgrado en diversas universidades mexicanas. Sus investigaciones han sido publicadas en revistas científicas indexadas, y su voz ha estado presente en congresos internacionales en América, Europa y Medio Oriente.
Pero su inquietud intelectual no termina en los límites de la ciencia. Farías ha sabido tender puentes entre el rigor neurológico y la exploración estética. Invitado por el Seminario de Cultura Mexicana, ha promovido activamente la neuroestética, campo que vincula la percepción artística con el funcionamiento cerebral. Esta línea de pensamiento ha sido también la base de su propuesta literaria, que él mismo define como mirrealismo, una escritura que impugna la repetición automática y pone el énfasis en la precisión sensorial del lenguaje, entendido como herramienta de conciencia y revelación.
Autor de novela, poesía y relato breve, Farías concibe la literatura como un territorio donde la mente se desdobla, se observa y se reescribe. En su obra conviven el pensamiento clínico, la imagen poética, la meditación filosófica y una profunda atención al ritmo y la forma. Para él, el jardín no es solo un espacio de contemplación, sino una forma de pensamiento, una metáfora de orden, memoria y posibilidad.
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