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Cómo empezar a leer poesía. Una guía desde mi experiencia personal.

20/02/2025
imagen de un cuaderno abierto con lo que parece un poema escrito a boli y una flor lila coronando el cuaderno
Índice

    Un viaje por la poesía, del verso accesible al enigma absoluto.

    Durante años, la poesía y yo nos mantuvimos a una distancia bastante prudente, eramos como dos interlocutores que, aun compartiendo el mismo idioma, no encuentran el tono adecuado para comunicarse. No era ignorancia ni desinterés por mi parte—al contrario, mi voracidad lectora me había llevado a recorrer, con pasión y minuciosidad, los vastos territorios de la novela y el ensayo—, pero ante la poesía me sentía como un extranjero sin diccionario. Sus estructuras me resultaban enigmáticas, sus metáforas, impenetrables, su música, inaudible para un oído que solo había sido educado en la cadencia de la prosa.

    Mi primer intento fue un ejercicio de voluntad más que de comprensión. Con dieciséis o diecisiete años, convencido de que la literatura debía abarcarse en su totalidad para ser verdaderamente apreciada, seleccioné dos poemarios en la biblioteca. Y aposté fuerte, nada más y nada menos que Lorca y Machado. Los títulos de las obras escogidas se han perdido en el archivo de la memoria, pero lo que sí conservo es la experiencia de abrirlos por primera vez, la sensación de estar ante un código cifrado, ante un mecanismo que exigía una clave que yo no poseía. Leía los versos con la expectativa de encontrar en ellos la misma lógica narrativa que en una novela, pero me encontraba con silencios donde esperaba explicaciones, con imágenes donde buscaba enunciados claros. Sentí que la poesía no era solo un texto, sino un pensamiento que debía ser habitado. Y yo, en aquel momento, aún no poseía las herramientas para hacerlo

    Frustrado, cerré los libros y llegué a una conclusión prematura: «Esto no es para mí». La poesía me parecía una disciplina hermética, una manifestación del lenguaje que requería un tipo de sensibilidad o de inteligencia de la que, evidentemente, carecía. Me resigné a la idea de que algunos lectores estaban destinados a descifrar los versos con naturalidad, mientras que otros, como yo, quedarían relegados a la literatura de la narración, de las ideas articuladas con claridad.

    Sin embargo, la poesía no desapareció. Permaneció en los márgenes, silenciosa, esperando su momento.

    Pasaron los años, y mi amor por la literatura siguió creciendo. Continué adentrándome en los laberintos de la novela, continúe intentando descifrar las estructuras del ensayo y me dejé seducir por la inmediatez del cuento. Pero la poesía seguía siendo ese horizonte lejano, esa silueta en la niebla que, por más que intentara acercarme, siempre parecía desvanecerse antes de que pudiera tocarla.

    Y entonces, sin previo aviso, llegó él. Mario Benedetti. Un día, entregado a uno de mis pasatiempos más absurdamente productivos, vagar por la ciudad mientras estrujaba mi cerebro en busca de algo que escribir, el destino, o algún lector generoso, me tendió una emboscada literaria. En un banco, perfectamente alineados, como si hubieran sido dispuestos con la deliberación de una ofrenda, me aguardaban dos libros. No estaban ahí por descuido ni desdén, sino como quien deja un mensaje en una botella, esperando que llegue a las manos adecuadas.

    Uno era La sombra del ciprés es alargada, de Delibes—una obra que, si aún no has leído, deberías poner en tu lista de urgencias—, y el otro, una antología de poemas de Benedetti. Me quedé un instante mirándolos, como quien encuentra una carta sin remitente. Luego los tomé, sintiéndome un elegido por esa extraña lotería del azar literario. Lo que no sabía en ese momento es que acababa de recoger la llave que me abriría, por fin, la puerta de la poesía. Sin duda, uno de los paseos más rentables de mi vida, sino el qué más.

    Descubrí que Benedetti no escribía para deslumbrar, no alzaba muros de palabras en los que el lector debía trepar con esfuerzo para alcanzar la belleza. Sus versos eran claros, pero no por ello menos profundos. Hablaban del amor sin artificios, de la soledad sin dramatismos, de la injusticia sin proclamas altisonantes. Y al hacerlo, lograban lo que hasta entonces me había parecido imposible: que la poesía dejara de ser un enigma y se convirtiera en una voz cercana, familiar, casi íntima.

    Leí poemas como Te quiero, Esta es mi casa, Táctica y estrategia, Estados de ánimo y sentí, por primera vez, que la poesía podía tocarme, que no era un ejercicio de erudición, sino un diálogo silencioso entre el texto y mi propia vida. Benedetti me hablaba. Me decía cosas que yo no había sabido formular con palabras, que hasta ese momento solo habían existido como intuiciones vagas dentro de mí. Fue entonces cuando entendí que el problema nunca había sido la poesía, sino mi propio camino hacia ella. Para algunos, la poesía llega como una revelación temprana, para otros, como fue mi caso, es un terreno que solo se vuelve fértil cuando se ha vivido lo suficiente. Necesitaba madurar, vivir más, sentir más. Y sobre todo, necesitaba encontrar a los poetas adecuados.

    La importancia del inicio

    Si algo aprendí con los años es que la elección del primer poeta es crucial. Para algunos, empezar con los grandes nombres—Lorca, Machado—es una revelación inmediata, un flechazo que les abre las puertas de la poesía sin esfuerzo. Para otros, sin embargo, puede ser un muro. Yo fui de los segundos.

    Federico García Lorca, con su duende, con su raíz trágica y su simbolismo andaluz, me desconcertaba. Me hablaba de lunas, de cuchillos, de sangre derramada en la arena, y yo no sabía cómo acercarme a esos versos sin sentirme como un intruso en una ceremonia secreta. Tenía la sensación de que había algo poderoso latiendo en cada palabra, pero no lograba descifrarlo.

    Antonio Machado, con su melancolía serena y sus paisajes de horizontes infinitos, me resultaba hermoso en la forma, pero esquivo en el fondo. Sus versos, impregnados de tierra y tiempo, hablaban de caminos, de atardeceres, de fuentes, pero yo, en aquel entonces, no lograba atravesar su bruma nostálgica. Sentía que su poesía estaba hecha de una sabiduría que aún no me pertenecía, de verdades pausadas que yo, impaciente y en pleno torbellino juvenil, no sabía cómo afrontar.

    Evidentemente no era culpa de ellos, ni tampoco mía. Simplemente, había intentado abrir la puerta equivocada. No todo el mundo entra en la poesía por los mismos pasillos, y empezar por poetas tan grandes puede ser, para algunos, un golpe de admiración que los deslumbre… o un exceso de intensidad que los haga retroceder. Yo, sin saberlo, me había lanzado a aguas profundas cuando apenas sabía flotar.

    Si te ha sucedido como a mí, que has intentado adentrarte en la poesía pero no termina de llegarte, o si simplemente quieres introducirte en ella y no sabes por dónde empezar, permíteme que te intente ahorrar algunos tropiezos. No todos los poetas son el mejor punto de partida, del mismo modo que no todas las novelas sirven para enamorarse de la literatura. Hay autores que exigen una predisposición, una experiencia de lectura acumulada o simplemente un momento vital determinado. Y hay otros que, sin renunciar a la profundidad, poseen una claridad, una fluidez y una cercanía que facilitan la entrada a este universo sin que uno tenga la sensación de estar descifrando un código cifrado.

    A algunos de estos poetas los encontré en el momento justo, a otros los descubrí después, cuando ya había cruzado el umbral, y pensé: «ojalá hubiera empezado por aquí». Y es que el orden de lectura, aunque a menudo lo pasemos por alto, puede marcar la diferencia entre una experiencia reveladora y una puerta que se cierra antes de haber tenido la oportunidad de ser abierta de verdad. Veamos, entonces, qué poetas pueden convertirse en ese primer puente, en esa voz inicial que nos lleve de la mano hasta el corazón mismo de la poesía.

    Las primeras puertas.

    Benedetti

    Foto frontal de Mario Benedetti en la que aparece con un traje.

    Como ya he comentado, Mario Benedetti fue, para mí, la primera grieta en el muro, el poeta que me enseñó que la poesía no tenía por qué ser un jeroglífico reservado para unos pocos iniciados. Su lenguaje era diáfano, pero nunca simplón, directo, pero nunca carente de profundidad. Benedetti trataba lo cotidiano con una ternura y una claridad que desarmaban cualquier prejuicio previo. Leerlo fue como abrir una ventana en una habitación donde el aire llevaba tiempo enrarecido.

    Si alguien quiere iniciarse en la poesía sin miedo a perderse en laberintos herméticos, su Antología poética es un punto de partida ideal. Pero si lo que se busca es sumergirse en una obra completa, El amor, las mujeres y la vida es una elección insuperable. En este poemario, Benedetti despliega con maestría su capacidad para capturar la esencia de las emociones más universales. como son el amor, el desamor, la esperanza y la nostalgia. Sus versos no requieren de largas interpretaciones ni de complejas referencias literarias para ser comprendidos. Benedetti fue, en definitiva, el poeta que me enseñó que la poesía también podía hablar mi idioma. Y una vez que entendí eso, el camino hacia otros poetas se abrió con naturalidad.

    Extracto del poema Estados de ánimo de Mario Benedetti

    Unas veces me siento
    como pobre colina
    y otras como montaña
    de cumbres repetidas.

    Unas veces me siento
    como un acantilado
    y en otras como un cielo
    azul pero lejano

    Gloria Fuertes

    imagen  cercana y frontal de Gloria Fuertes en la que aparece con una mano apoyada en la cabeza

    Si Benedetti me mostró que la poesía podía ser cercana y transparente, Gloria Fuertes me enseñó que también podía ser juguetona, irreverente y profundamente humana. Durante años, su nombre estuvo para mí asociado a la infancia, a esos poemas que aparecían en los libros del colegio, ligeros y coloridos como globos en una fiesta. No fue hasta mucho después cuando descubrí que detrás de esa voz aparentemente sencilla había una poeta de una lucidez deslumbrante, capaz de mezclar la ternura con la ironía y la denuncia social con un humor afilado.

    Leer a Gloria Fuertes es recordar que la poesía no tiene por qué hablar siempre en un tono solemne ni encerrarse en imágenes grandilocuentes. Sus versos manan con una naturalidad casi conversacional, pero bajo esa aparente ligereza laten la melancolía, la rebeldía y una honda reflexión sobre la vida, el amor y la soledad. Es una poesía que acoge, que no exige credenciales ni conocimientos previos, es suficiente con abrir el libro y dejarse llevar. Para quien quiera iniciarse en su obra, Historia de Gloria (amor, humor y desamor) es una inmejorable puerta de entrada.

    Extracto de A veces quiero preguntarte cosas de Gloria Fuertes

    A veces quiero preguntarte cosas,
    y me intimidas tú con la mirada,
    y retorno al silencio contagiada
    del tímido perfume de tus rosas.

    A veces quise no soñar contigo,
    y cuanto más quería más soñaba,
    por tus versos que yo saboreaba,
    tú el rico de poemas, yo el mendigo.

    Jaime Sabines

    Imagen de Jaime Sabines en la que aparece sonriente con una mano apoyada en la cabeza y un cigarro en la mano

    Jaime Sabines fue para mi un empujón directo al centro de la tormenta. Su poesía no se anda con rodeos, no se esconde en metáforas enrevesadas ni exige de nosotros un doctorado en simbolismo. Es directa, cruda, a veces desgarradora, pero siempre cercana y humana. Sabines escribe como si estuviera conversando contigo en un bar a las tres de la madrugada, con una copa en la mano y el alma hecha jirones. Lo que más me sorprendió de él fue su capacidad para capturar lo cotidiano sin restarle profundidad

    Puede escribir sobre el amor, la muerte o un día cualquiera con la misma intensidad, en su poesía hay ternura y brutalidad, dulzura y desesperanza, todo mezclado con genuina naturalidad. Si nunca has leído a Sabines, te recomendaría empezar con Tarumba, un poemario más amplio en el que despliega toda su potencia poética. Otra opción es una antología, donde podrás recorrer sus versos más emblemáticos y descubrir las distintas facetas de su escritura.

    Extracto de poema de Jaime Sabines Espero curarme de ti

    ¿Te parece bien que te quiera nada más una semana?
    No es mucho, ni es poco, es bastante.
    En una semana se puede reunir todas las palabras de amor
    que se han pronunciado sobre la tierra 
    y se les puede prender fuego.
    Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado.
    Y también el silencio. Porque las mejores palabras de amor
    están entre dos gentes que no se dicen nada.

    Pablo Neruda

    foto de Pablo Neruda en la que aparece con un traje de corbata y un sombrero plano

    Si hay un libro que ha servido de puerta de entrada a la poesía para generaciones enteras, ese es Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Pablo Neruda tiene una obra extensa y, en algunos casos, compleja, pero este libro es pura pasión, una explosión de imágenes y emociones directas capaces de atravesar cualquier barrera. Neruda no se anda con rodeos ni con metáforas enrevesadas, ya que aquí el amor es un incendio, un mar embravecido, un animal hambriento.

    Sus versos no requieren de un mapa ni de una brújula para disfrutarse, porque su belleza está en su claridad, en su cadencia, en su forma de arrastrar las palabras, que hace que incluso quienes nunca han leído poesía sientan que están ante algo vivo, palpitante. Si nunca has leído poesía y te preguntas por dónde empezar, este libro es una opción segura. No importa si lo lees con la inocencia del primer amor o con la nostalgia de los desengaños vividos, en cualquiera de los casos, estoy seguro que algo en estos poemas te va a encontrar.

    Poema 4. Pablo Neruda

    Es la mañana llena de tempestad en el corazón del verano.

    Como pañuelos blancos de adiós viajan las nubes, el viento las sacude con sus viajeras manos.

    Innumerable corazón del viento latiendo sobre nuestro silencio enamorado.

    Zumbando entre los árboles, orquestal y divino, como una lengua llena de guerras y de cantos.

    Viento que lleva en rápido robo la hojarasca y desvía las flechas latientes de los pájaros.

    Viento que la derriba en ola sin espuma y sustancia sin peso, y fuegos inclinado.

    Se rompe y se sumerge su volumen de besos combatido en la puerta del viento del verano.

    José Hierro

    imagen del poeta José hierro en una rueda de prensa

    Si con Neruda hablábamos de una poesía que entra como un vendaval, con José Hierro la sensación es distinta, es más bien como sentarse con alguien que ha vivido mucho y lo cuenta sin adornos innecesarios, con la verdad justa, con la emoción contenida pero latente. Hierro no escribía desde la floritura ni desde la impostura, sino desde la experiencia, desde la memoria y, muchas veces, desde la herida.

    Es un poeta ideal para quienes buscan algo más que la pura musicalidad del verso. Sus poemas tienen el peso de la vida, de lo vivido y lo perdido, pero sin renunciar a la belleza. Alegría, por ejemplo, es un poemario perfecto para entrar en su universo, porque ahí está todo lo que lo define, su mirada sabia, una emoción que golpea sin previo aviso y la capacidad de hacer de lo simple algo inmenso. Hierro no era un poeta hermético ni abstracto, sus versos son claros, accesibles, pero nunca simples. Y ahí radica su magia.

    Extracto del poema Desaliento de José Hierro

    Quisiera hablarte de hermosas
    fábulas, de pensamientos
    luminosos, de jornadas
    soñadas, de flores, vientos,
    caricias, ternuras, gracias,
    secretos;
    pero en la boca me nacen
    palabras de fuego.
    Como llamas silenciosas
    me abrasan por dentro.

    Debiera decirte «amor»,
    «fantasía», «sueño».

    Yo sólo pregunto cómo
    fue posible aquello.
    Seguiría, paso a paso,
    la huella de tu andar.

    Dentro de tu vida escondería
    la vida que muero

    Miguel Hernández

    Imagen frontal de Miguel Hernández

    Te aseguro que Miguel Hernández es uno de esos poetas que, una vez que los lees, ya no se van. No se limitó a escribir poesía, la vivió, la sufrió, la convirtió en su forma de resistencia. Su obra tiene esa mezcla única de pasión y sencillez que lo hace accesible, pero también profundo. Es un poeta de emociones directas, de imágenes poderosas y de versos que golpean.

    Si alguien quiere iniciarse en su poesía, El rayo que no cesa es un comienzo espectacular. Se trata de un libro que habla de amor y dolor con una intensidad que se siente en cada palabra. Y si uno quiere conocer su lado más combativo, Viento del pueblo muestra su faceta de poeta comprometido, de voz que se alza en mitad de la tormenta. Es el poeta de la ternura y la rabia, de la belleza y la tragedia. Y si aún no lo has leído, créeme, es un viaje que merece la pena.

    Extracto de El niño de la noche de Miguel Hernández

    Bajo tu piel avanzo, y es sangre la distancia.
    Mi cuerpo en una densa constelación gravita.
    El universo agolpa su errante resonancia
    allí, donde la historia del hombre ha sido escrita.

    Mirar, y ver en torno la soledad, el monte,
    el mar, por la ventana de un corazón entero
    que ayer se acongojaba de no ser horizonte
    abierto a un mundo menos mudable y pasajero.

    Bukowski

    imagen frontal de bukowski en la que aparece con un cigarro en la boca

    Bukowski es un poeta que divide opiniones, pero lo que nadie puede negar es su capacidad para conectar con los lectores de una forma directa y sin artificios. Su poesía no es de metáforas rebuscadas ni de adornos innecesarios, más bien es cruda, honesta, a veces brutal y siempre impactante.

    Eso sí, tengo que decirlo: odio cuando se pone machista y misógino. Hay poemas y textos suyos que simplemente no soporto, momentos en los que su cinismo se vuelve demasiado rancio. Pero cuando Bukowski deja eso de lado y se pone crítico, profundo y reflexivo, ahí es otra historia. Su mirada desencantada sobre la sociedad, su lucha contra la mediocridad, su forma de retratar la soledad, el fracaso y la rutina con una mezcla de resignación y rebeldía… eso sí que me llega.

    Para alguien que quiera iniciarse en la poesía, Bukowski es una opción interesante porque se aleja de lo solemne y lo académico. Su lenguaje es claro, su ritmo es ágil y su mensaje es contundente. El amor es un perro del infierno o La última noche de la tierra son buenos puntos de partida, ya que en ellos encontrarás poesía que golpea, que saca sonrisas, que incomoda y que, sobre todo, se siente real. Y, al final, eso es lo que hace que su poesía funcione, la sensación de que te está hablando a ti.

    Extracto del poema de Bukowski El genio de la multitud

    Hay suficiente traición y odio, violencia

    necedad en el ser humano corriente

    como para abastecer cualquier ejercito

    o cualquier jornada.

    y los mejores asesinos son aquellos

    que predican en su contra.

    y los que mejor odian son aquellos

    que predican amor.

    y los que mejor luchan en la guerra

    son -al final- aquellos que

    predican paz.

    aquellos que hablan de dios.

    necesitan a dios

    aquellos que predican paz

    no tienen paz.

    aquellos que predican amor

    no tienen amor.

    cuidado con los predicadores

    cuidado con los que saben.

    cuidado con aquellos que

    están siempre leyendo libros.

    cuidado con aquellos que detestan

    la pobreza o están orgullosos de ella.

    cuidado con aquellos de alabanza rápida

    pues necesitan que se les alabe a cambio.

    cuidado con aquellos que censuran con rapidez:

    tienen miedo de lo que no conocen.

    cuidado con aquellos que buscan constantes multitudes;

    no son nada solos.

    El laberinto irresistible.

    Una vez que los genios anteriores te hayan abierto las puertas de este mundo, si has llegado hasta aquí con ganas de más, significa que la poesía ha empezado a calarte. Ya no te suena como un idioma ajeno ni te da miedo enfrentarte a un verso que se retuerce sobre sí mismo. Ahora te apetece algo más, un paso adelante, una inmersión más profunda en esta selva de palabras.

    Considero que para eso, los poetas que vienen ahora son ideales. Sus versos tienen más recovecos, más pliegues, más sombras en las que detenerse. No son difíciles en el sentido de ser inaccesibles, pero sí requieren un poco más de paciencia, de atención, de ese instinto que ya has empezado a desarrollar con las lecturas anteriores. Si sientes que es el momento de avanzar, prepárate, porque aquí empieza un viaje aún más fascinante, si es que eso es posible.

    César Vallejo

    Imagen de César Vallejo sentado con una mano apoyada en un bastón y la otra en su cara

    Si quieres conocer a un poeta que te enseñe que las palabras pueden doler, ese es César Vallejo. No se trata de una poesía fácil, pero tampoco inaccesible. Con él no hay medias tintas. Su poesía está atravesada por la vida, la pérdida, la injusticia y el amor en sus formas más puras y desgarradas. Los heraldos negros es un excelente punto de partida. En este libro encontramos al Vallejo más joven, más cercano, pero ya con ese tono inconfundible que lo haría inmortal. Vallejo es de esos poetas que se sienten, que te sacuden y te dejan pensando en sus versos. Sin duda es el compañero perfecto para sumergirse en aguas más profundas de la poesía.

    Extracto de Considerando en frío, imparcialmente de César Vallejo

    Considerando
    que el hombre procede suavemente del trabajo
    y repercute jefe, suena subordinado;
    que el diagrama del tiempo
    es constante diorama en sus medallas
    y, a medio abrir, sus ojos estudiaron,
    desde lejanos tiempos,
    su fórmula famélica de masa

    Olga Orozco

    imagen de Olga Orozco sentada escribiendo con boli y papel

    Olga Orozco es una poeta que exige un tipo de lectura distinta, más intuitiva, más abierta a la sugerencia que a la certeza. Su poesía no se deja reducir a una interpretación única ni se apoya en la inmediatez; en su lugar, despliega un lenguaje simbólico, cargado de imágenes oníricas y atmósferas que parecen evocar algo perdido o aún por descubrir.

    Si has llegado hasta aquí, Relámpagos de lo invisible es la mejor forma de adentrarte en su mundo. Es una poesía que exige atención, que desafía, pero que también premia con instantes de deslumbrante claridad. Si la sigues, si te dejas llevar, te aseguro que verás cosas que antes no estaban ahí… o que, quizá, siempre lo estuvieron.

    Extracto de Aquí están tus recuerdo de Olga Orozco

    ¡Qué sola estará hoy, detrás de las inútiles paredes,
    tu morada de hierros y de flores!
    Abandonada, su juventud que tiene la forma de tu cuerpo,
    extrañará ahora tus silencios demasiado obstinados,
    tu piel, tan desolada como un país al que sólo visitaran cenicientos pétalos
    después de haber mirado pasar, ¡tanto tiempo!,
    la paciencia inacabable de la hormiga entre sus solitarias ruinas.

    Vicente Aleixandre

    Imagen de Vicente Aleixandre en la que se le ve sonriente, sentado y sobre una mesa sostiene con su mano unos papeles


    La poesía de Vicente Aleixandre me resulta poderosa, envolvente y, en ocasiones, enigmática. Su obra se mueve entre lo onírico y lo visceral, entre lo cósmico y lo terrenal, con una fuerza que no deja indiferente. Hay en sus versos un anhelo de fusión con el universo, una búsqueda de lo esencial, de lo que nos hace humanos en la inmensidad del tiempo y la naturaleza. Si quieres sumergirte en su mundo poético, Sombra del paraíso es una excelente opción. En este libro, Aleixandre despliega un lenguaje sensorial y vibrante, con imágenes que parecen tocar lo inalcanzable y donde la naturaleza y el hombre dialogan en una atmósfera casi mística.

    Extracto del poema Acaba de Vicente Aleixandre

    Como una nube silenciosa yo me elevaré de mí mismo.
    Escúchame. Soy la avispa imprevista.
    Soy esa elevación a lo alto
    que como un ojo herido
    se va a clavar en el azul indefenso.
    Soy esa previsión triste de no ignorar todas las venas,
    de saber cuándo, cuándo la sangre pasa por el corazón
    y cuándo la sonrisa se entreabre estriada.

    Alejandra Pizarnick

    imagen de perfil de la poeta Alejandra Pizarnick

    Si has llegado hasta parada en tu camino poético, significa que buscas algo más que belleza, ¿tal vez intensidad? ¿preguntas sin respuesta y versos que te golpeen?. Pues para semejante viaje, Alejandra Pizarnik es una guía inigualable. Su estilo es conciso, depurado hasta el extremo, pero cargado de imágenes potentes y un simbolismo que ataca sin previo aviso. Sus versos están llenos de silencios, de pausas que dicen tanto como las palabras. En ellos se encuentran la angustia existencial, la soledad, el deseo de fundirse con el lenguaje y la imposibilidad de hacerlo del todo.

    Si quieres sumergirte en su universo, Árbol de Diana es el punto de partida ideal. En él, Pizarnik despliega su poesía más esencial y poderosa, con textos breves pero demoledores.

    Extracto de El despertar de Alejandra Pizarnick

    Señor
    La jaula se ha vuelto pájaro
    y se ha volado
    y mi corazón está loco
    porque aúlla a la muerte
    y sonríe detrás del viento
    a mis delirios

    Qué haré con el miedo
    Qué haré con el miedo

    Ya no baila la luz en mi sonrisa
    ni las estaciones queman palomas en mis ideas
    Mis manos se han desnudado
    y se han ido donde la muerte
    enseña a vivir a los muertos

    Octavio Paz

    imagen de Octavio Paz, apoyado en una mesa con los brazos cruzados y detrás de él dos estanterías llenas de libros.

    La poesía de Octavio Paz tiene la profundidad y el vuelo lírico de los grandes poetas, pero sin perder claridad. Es un poeta que invita a pensar, a sentir y a cuestionar la realidad desde una mirada siempre inquieta y luminosa. Si bien algunas de sus obras pueden ser más densas o filosóficas, su poesía es un punto de encuentro entre lo sensorial y lo reflexivo, entre la imagen deslumbrante y la meditación profunda. Paz es un poeta del tiempo, del deseo, de la identidad, pero también de la palabra misma, del acto de escribir y su misterio.

    Si quieres conocerlo más, Libertad bajo palabra es una gran puerta de entrada. Este poemario reúne varias etapas de su poesía y permite apreciar su evolución, desde la pasión por la imagen hasta su búsqueda de lo esencial.

    Extracto de La vida sencilla de Octavio Paz

    Probar la soledad sin que el vinagre haga torcer mi boca,

    ni repita mis muecas el espejo,

    ni el silencio se erice con los dientes que rechinan:

    estas cuatro paredes, papel, yeso,

    alfombra rala y foco amarillento?

    no son aún el prometido infierno;

    que no me duela más aquel deseo,helado por el miedo,

    llaga fría,quemadura de labios no besados

    Juán Ramón Jiménez

    imagen frontal de juan ramon jimenez

    Juan Ramón Jiménez es un poeta que muchos asocian inmediatamente con Platero y yo, pero su obra poética es mucho más vasta y ambiciosa. Si algo me fascina de él es su obsesión por la depuración, por esa búsqueda incesante de la palabra exacta, desnuda de adornos innecesarios pero cargada de matices. Para adentrarse en su universo, recomendaría Diario de un poeta recién casado. Este libro es un punto de inflexión en su trayectoria, el lugar donde su poesía da un salto definitivo hacia la modernidad. Es un libro que se despliega con la cadencia del mar que lo inspira, con poemas breves, a veces fulgurantes, a veces introspectivos, pero siempre con esa musicalidad única que lo hace inconfundible.

    Extracto de Nada de Juan Ramón Jiménez

    A tu abandono opongo la elevada

    torre de mi divino pensamiento

    Subido a ella, el corazón sangriento

    verá la mar, por él empurpurada

    Fabricaré en mi sombra la alborada

    mi lira guardaré del vano viento

    buscaré en mis entrañas mi sustento

    más ¡ay! ¿y si esta paz no fuera nada?

    El vértigo y la profundidad.

    Si has llegado hasta aquí, es porque la poesía ya no es solo un descubrimiento, sino un territorio en el que te mueves con cierta soltura. Has probado distintos ritmos, imágenes y formas de mirar el mundo a través de la palabra. Y ahora, quizá sin darte cuenta, buscas algo más, una exigencia mayor, un enigma que desentrañar, una sensación de vértigo ante versos que parecen desafiar la lógica del lenguaje y del pensamiento.

    Los poetas que vienen a continuación no se entregan fácilmente. Sus textos no siempre se despliegan en una lectura, ni responden a la primera llamada. Son caminos en los que uno se pierde antes de encontrar la salida, pero donde cada extravío deja algo valioso. Así que tómate tu tiempo, deja que cada poema repose y vuelva a ti en distintas formas, porque estos poetas no solo se leen: se descifran, se intuyen, e incluso se viven.

    T.S. ELIOT

    Imagen de T.S. Eliot sentado en una silla en una jardín

    T.S. Eliot es uno de esos poetas que, al leerlo, se siente como un reto, un rompecabezas que hay que armar con calma y paciencia. Su poesía está cargada de referencias literarias, culturales y filosóficas que, si bien pueden resultar intimidantes al principio, se convierten en una recompensa para quien se atreve a adentrarse en sus versos.

    La obra La tierra baldía es, sin duda, una de sus piezas más emblemáticas, pero no es fácil de abordar. Es un poema que despliega un universo de voces y símbolos que, para entenderlos por completo, uno necesita un poco de orientación y reflexión. Si quieres enfrentarte al desafío de T.S. Eliot, te recomendaría empezar por Las cuatro cuartetas, una obra más accesible en comparación con La tierra baldía, pero igualmente profunda. Es una excelente introducción a su visión del mundo y su forma de abordar la espiritualidad, el tiempo y la historia.

    Extracto de El entierro de los muertos de T.S. Eliot

    ¡No! No soy el príncipe Hamlet ni pretendía serlo; soy un consejero real, uno que servirá
    para hacer avanzar la trama, iniciar una o dos escenas, advertir al príncipe; sin duda un peón fácil, deferente, contento de ser útil,
    político, cauto, minucioso;
    muy sentencioso, pero un poco obtuso,
    a ratos, de hecho, casi ridículo…
    casi, a ratos, el bufón.

    Estoy viejo… estoy viejo…

    Llevaré doblados los bajos del pantalón.

    ¿Tendría que peinarme hacia atrás? ¿Debería comerme un melocotón? Llevaré pantalones de franela blanca y caminaré por la playa.

    He oído a las sirenas cantándose, cara a cara.

    No creo que canten para mí.

    Las he visto cabalgar hacia el mar sobre las olas peinando el cabello blanco de las olas sopladas cuando el viento sopla el agua negra y blanca.

    Rainer María Rilke

    Imagen de Rilke de perfil


    Si te sientes listo para enfrentarte a un reto literario que te invite cuestionar todo lo que sabes sobre la vida, el amor y la existencia, entonces Rainer Maria Rilke es el siguiente paso. Rilke se mueve entre lo simbólico y lo filosófico con una elegancia que puede resultar desconcertante al principio, pero que, con paciencia, revela un significado cada vez más complejo. Si te atreves, te recomiendo comenzar con Las cartas a un joven poeta, una obra llena de reflexión sobre la vida, la creación y la búsqueda personal. En ellas, Rilke ofrece un compás para navegar las turbulentas aguas del pensamiento existencial, desnudando las dudas y ansiedades que todos enfrentamos en algún momento de nuestras vidas.

    El cisne de Rainer María Rilken

    Esa fatiga por un grave hacer
    aún no hecho, y cual entrega maniatada,
    tal el paso no creado del cisne.

    Y el morir, ése no más asimiento
    del fondo sobre el que a diario estamos,
    para aposentarse con timidez

    en las aguas que suaves le reciben,
    y, de su transitoriedad dichosas,
    se retiran bajo él onda tras onda;
    mientras seguro y con calma infinita,
    cada vez más emancipado y regio
    boga con serena tranquilidad.

    Paul Celan

    Imagen de Paul Celan sentado en una silla

    Paul Celan es uno de esos poetas cuya obra exige paciencia, dedicación y, sobre todo, una apertura emocional a lo desconocido. Los versos de Celan están marcados por el dolor de haber sido testigo del Holocausto, y su poesía refleja ese sufrimiento, esa profunda herida que atraviesa todo su trabajo. Si te sientes preparado para enfrentarte a esa complejidad y te atraen los desafíos, El libro de los cantos (su obra más representativa) es el punto de partida ideal. Su poesía no es fácil, pero ofrece una intensidad y una profundidad que solo puede encontrarse en los grandes poetas.

    Extracto de Fuga de la muerte de Paul Celan

    .Negra leche del alba la bebemos al atardecer
    la bebemos a mediodía y en la mañana y en la noche
               bebemos y bebemos
    cavamos una tumba en el aire no se yace estrechamente en él
    Un hombre habita en la casa juega con las serpientes escribe
    escribe al oscurecer en Alemania tus cabellos de oro Margarete
    lo escribe y sale de la casa y brillan las estrellas silba a sus
           mastines
    silba a sus judíos hace cavar una tumba en la tierra
    ordena tocad para la danza.

    Borges

    Imagen de Borges en una bibloteca

    Cuando hablamos de Borges, no podemos evitar referirnos a uno de los poetas más complejos y fascinantes de la literatura universal. Su estilo es erudito, preciso, y siempre lleno de matices, pero requiere de una mente dispuesta a adentrarse en los laberintos de su pensamiento.

    Aunque sus obras son amplias y se extienden por diferentes géneros, su poesía, en particular, está cargada de reflexiones filosóficas, juegos literarios y una gran riqueza conceptual. Si te intriga Borges pero no sabes por dónde empezar, una buena opción es adentrarte en su poesía a través de una antología. Una antología te permitirá recorrer su evolución poética, desde sus primeros versos hasta su madurez, sin perderte en la vastedad de su obra. Allí encontrarás desde poemas de corte más accesible hasta otros en los que el laberinto de su pensamiento se enreda con metáforas precisas y desafiantes.

    Extracto de Límites de Borges

    De estas calles que ahondan el poniente,
    una habrá (no sé cuál) que he recorrido
    ya por última vez, indiferente
    y sin adivinarlo, sometido

    a Quién prefija omnipotentes normas
    y una secreta y rígida medida
    a las sombras, los sueños y las formas
    que destejen y tejen esta vida.

    Si para todo hay término y hay tasa
    y última vez y nunca más y olvido
    ¿quién nos dirá de quién, en esta casa,
    sin saberlo, nos hemos despedido?

    Luis Cernuda

    imagen frontal de Luis Cernuda

    Si ya sientes que las aguas de la lírica no son tan turbias como antes, es probable que hayas llegado al punto donde los poetas como Luis Cernuda te hagan mirar la realidad desde distintas perspectivas. Cernuda no es fácil, pero sí esencial para entender la poesía española del siglo XX. Su poesía, cargada de angustia existencial, amor no correspondido y una dolorosa introspección, exige un nivel de atención y reflexión. «La realidad y el deseo». Es uno de los libros más completos de Cernuda, un viaje que explora el amor, la frustración, la búsqueda del sentido y el desengaño. Leer a Cernuda es un reto, pero también una recompensa: sus versos desnudan la lucha constante entre el deseo y la realidad, entre el ser y el no ser.

    Extracto de Diré cómo nacisteis de Luis Cernuda

    Diré cómo nacisteis, placeres prohibidos,
    Como nace un deseo sobre torres de espanto,
    Amenazadores barrotes, hiel descolorida,
    Noche petrificada a fuerza de puños,
    Ante todos, incluso el más rebelde,
    Apto solamente en la vida sin muros.

    Corazas infranqueables, lanzas o puñales,
    Todo es bueno si deforma un cuerpo;
    Tu deseo es beber esas hojas lascivas
    O dormir en esa agua acariciadora.
    No importa;
    Ya declaran tu espíritu impuro.

    Mallarmé

    Imagen frontal del poeta Mallarmé

    Y terminamos con un desafío poético para la mente y los sentidos: Stéphane Mallarmé. No se trata de un poeta directo ni accesible. Su poesía no se ofrece fácilmente, exige tiempo, paciencia y, sobre todo, una disposición a perderse en su musicalidad y en sus imágenes enigmáticas. No en vano se le considera una de las figuras más complejas del simbolismo francés.

    Si quieres acercarte a Mallarmé, una buena opción es empezar por una antología, donde puedes explorar sus poemas más célebres con algo de contexto y pausadamente. Pero si buscas sumergirte en su faceta más experimental, Poemas en prosa es una elección fascinante.

    La tumba de Edgar Allan Poe de Mallarmé

    Tal como al fin el tiempo lo transforma en sí mismo,
    el poeta despierta con su desnuda espada
    a su edad que no supo descubrir, espantada,
    que la muerte inundaba su extraña voz de abismo.

    Vio la hidra del vulgo, con un vil paroxismo,
    que en él la antigua lengua nació purificada,
    creyendo que él bebía esa magia encantada
    en la onda vergonzosa de un oscuro exorcismo.

    Si, hostiles alas nubes y al suelo que lo roe,
    bajo-relieve suyo no esculpe nuestra mente
    para adornar la tumba deslumbrante de Poe,

    que, como bloque intacto de un cataclismo oscuro,
    este granito al menos detenga eternamente
    los negros vuelos que alce el Blasfemo futuro.

    Fin del trayecto pero no del viaje.

    Y aquí nos detenemos, aunque solo por un momento. Porque la poesía no tiene punto final, solo pausas entre un verso y otro, entre un poeta y el siguiente. Hemos viajado desde las puertas de entrada, donde Sabines, Bukowski o Neruda nos reciben con los brazos abiertos, hasta los territorios más enrevesados de Eliot, Celan o Mallarmé, donde cada palabra parece estar ahí con un peso específico, esperando ser descifrada.

    Hay poemas que te abrazan y otros que te desafían. Hay versos que entiendes a la primera y otros que tardan años en revelarse. Algunos días necesitas la cadencia íntima de Alejandra Pizarnik, otras veces buscas la inmensidad de Octavio Paz o el rigor luminoso de Borges. Y luego está Lorca. Lorca, que para mí es inagotable, un poeta que no se lee, sino que duele y se celebra a partes iguales.

    Por supuesto, la lista podría alargarse. Sylvia Plath, con su intensidad afilada. Emily Dickinson, que reduce el mundo entero a un par de líneas perfectas. Luis García Montero, con su poesía cotidiana y precisa. Eduardo Galeano, que convierte la palabra en resistencia. Beckett, que es capaz de hacer poesía con el silencio. Machado, que sigue caminando con nosotros.

    Lo hermoso de la poesía es que no tiene un solo camino. Lo importante es encontrar esos versos que, de repente, te cambian la forma de ver el mundo. Y cuando eso ocurre, ya no hay marcha atrás. Sigues leyendo, sigues descubriendo, sigues viajando. Porque la poesía, al final, es un destino que nunca se agota.

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