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Los Miserables, un viaje por la obra cumbre de Victor Hugo.

01/01/2025
estuche con la novela de Victor Hugo Los Miserables, dividida en dos tomos. En la portada del estuche se puede leer el título y se ve el retrato de perfil de una mujer
  • Título: Los Miserables
  • Autor: Victor Hugo
  • Año de publicación: 1862
  • Editorial: Alianza Editorial
  • Edición: Octubre 2015
  • Páginas: 1608
Índice

    Los Miserables, una obra maestra de la literatura.

    Recuerdo, con tanta nostalgia como claridad, a pesar de la lejanía, cómo, con veintipocos años (¡quién los pillara, sabiendo lo que sé ahora!), después de haber sido deslumbrado por joyas como El conde de Montecristo de Alejandro Dumas, Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar, Los papeles póstumos del club Pickwick de Charles Dickens o Resurrección de Tolstói, entre otras, tomé la casi solemne decisión de leer, poco a poco y con toda la paciencia del mundo, el mayor número de clásicos que el tiempo y la vida me permitieran.

    Confieso que, aunque admiro profundamente a autores más contemporáneos, nunca he encontrado en ellos esa maravilla indescriptible con la que me han deleitado los clásicos. García Márquez, Saramago, Coetzee, Mo Yan o Cartarescu, que están entre mis favoritos, no lo niego, han dejado huella en mí, pero no me han llenado con la misma intensidad que Tolstói, Dostoievski, Austen, Zola, Galdós o, por supuesto, Victor Hugo. No digo que unos sean ‘mejores’ que otros, al fin y al cabo, todo depende de los caprichos del alma lectora. Simplemente, en los clásicos encuentro algo que me resulta incomparable.

    Sin embargo, también poseen un efecto curioso en mí, ya que me fascinan y, al mismo tiempo, me intimidan. Los respeto tanto que muchas veces he postergado su lectura mientras sentía que me observaban desde la estantería, con esa autoridad muda y poderosa que tienen los genios. Era como si me susurraran, ¿Todavía no estás listo para enfrentarte a mí?, y yo, casi avergonzado, apartaba la mirada hacia otro lado mientras me preguntaba: ¿Y si no estoy a la altura? ¿Y si no soy capaz de apreciar algo tan excelso como todos dicen que es?

    Eso, precisamente, es lo que me sucedió con Los Miserables. Lo miraba y remiraba, siempre encontrando una excusa para dejarlo «para más adelante». No sabía qué me impresionaba más, si su extensión descomunal o su reputación como «la novela total». Hasta que, un día, reuní el valor y lo abrí. Y, como suele pasar con las decisiones postergadas durante demasiado tiempo, lo primero que pensé fue: «¿Por qué narices no lo hice antes?».

    Mis dudas se disiparon de un plumazo, aunque de forma inmediata surgieron otras, ¿cómo puede alguien escribir con tanta claridad y crear una obra que parece contener todo el universo, y hacerlo además de forma accesible? ¿Cómo puede un autor detenerse durante decenas de páginas a hablar de las alcantarillas de París y hacer que leas con fascinación, como si estuvieras escuchando al mejor cuentacuentos del mundo? Pues Victor Hugo lo consigue, con una mezcla mágica de talento desbordante y, curiosamente, una rutina de trabajo de lo más excéntrica. Por cierto, si te interesa, en otro artículo hablo de los procesos creativos más curiosos de algunos escritores, incluido Hugo, y te aseguro que, al menos, te sacará una sonrisa: https://vocesdelibros.com/manias-supersticiones-de-escritores/

    Con este preámbulo, lo que quiero decirte es algo bien sencillo, y es que Los Miserables merece todo el tiempo y el respeto del mundo. Si tienes el libro esperando en tu estantería, no cometas mi error de postergarlo, ya que como dijo el propio Hugo,»Los que no avanzan, caen». Y esta es una obra que, te aseguro, te hará avanzar tanto como persona como lector.

    Sinopsis.

    La trama principal gira en torno a Jean Valjean, un hombre tocado por la fatalidad y el estigma social que, tras robar una hogaza de pan para alimentar a su familia, pasa diecinueve años en prisión, sometido a trabajos forzados y a un sistema que no ofrece segundas oportunidades. Liberado al fin, pero reducido a un ser consumido por la ira y el resentimiento, parece destinado a caer aún más bajo. Sin embargo, en un encuentro con un bondadoso obispo, un acto de compasión que desafía toda lógica para él, cambia su vida para siempre. Ese momento transforma su rabia en un compromiso y le impulsa a volver bajo una nueva identidad como un hombre justo y generoso, dispuesto a dedicar su vida a los demás. Pero el pasado no se borra tan fácilmente. La sombra de su antigua condena lo persigue, encarnada en el inspector Javert, un defensor implacable de la ley que ve en Valjean no a un hombre redimido, sino a un criminal al que debe capturar cueste lo que cueste.

    A medida que Valjean lucha por escapar de Javert , otras historias se entrelazan con la suya. Como por ejemplo la de Fantine, una mujer joven que cae en desgracia tras ser abandonada con una hija llamada Cossete, y que se ve incluso obligada a prostituirse para poder mantenerla. Su destino terminará por cruzarse con el de Valjean quién finalmente y ante la terrible situación de Fantine, promete cuidar de la niña como si fuera suya. Cosette, por su parte, se encuentra bajo el cuidado y los abusos de los crueles Thénardier, una pareja de posaderos que la explotan sin piedad, hasta que Valjean logra rescatarla.

    Según avanza la novela conoceremos a Marius, un joven idealista que lucha entre el amor por Cosette y su compromiso político en un París al borde de la revolución. También conocemos a Éponine, la hija de los Thénardier, atrapada en un amor no correspondido y una existencia que refleja la desesperanza de quienes quedan atrapados entre las grietas del mundo. Sus historias, junto con las de una multitud de personajes secundarios, avanzan hacia un París convulso, al borde de la revolución. Hugo nos plantará ante las barricadas del levantamiento de 1832 donde los ideales chocarán con la brutal realidad.

    A través de sus más de 1.200 páginas, Los Miserables transita entre lo íntimo y lo épico, entre momentos de desgarradora humanidad y entre amplias reflexiones sobre la sociedad, la política y la moralidad. Es una obra profundamente política, que denuncia la brutalidad de un sistema judicial ciego y clasista, la pobreza que deshumaniza y la indiferencia de una sociedad que permite que tales injusticias persistan. En, realidad, no hay forma de abarcar todo lo que Los Miserables ofrece en unas pocas líneas, es una obra monumental, tanto en alcance como en significado.

    Estilo.

    Cuando me adentré en Los Miserables, descubrí a un narrador que iba más allá de la simple tarea de relatar acontecimientos. Su estilo es como un latido desbocado que acelera el pulso y, de pronto, se calma, dándote el tiempo justo para explorar las profundidades del alma humana en todo su misterio y grandeza. Esta monumental obra está escrita con una prosa rica, variada, elegante, pulcra, clara, profundamente descriptiva, emocional, introspectiva, por momentos lírica y siempre tan humana como combativa.

    A lo largo de la novela, Hugo se entrega a largas digresiones que, en cualquier otro escritor, podrían parecer un desvío innecesario, pero que en su pluma se convierten en el alma misma de la obra. En esos momentos de descripciones maximalistas, nos abre ventanas hacia un paisaje más amplio, mostrándonos que la historia de Jean Valjean no es solo suya, sino también la de toda una sociedad.

    Un ejemplo que me parece muy claro, y que ya he mencionado, es cuando dedica varias páginas a las alcantarillas de París. Mientras lo leía, no podía evitar pensar que aquello se podría haber resuelto de una forma mucho más breve, pero, al mismo tiempo, seguía fascinado por su ingenio narrativo y la belleza de las palabras escogidas. Hugo no daba puntada sin hilo, y creo que, en esa parte, además de demostrar su extraordinario talento descriptivo, quería recordarnos algo fundamental, y es que si quieres entender este mundo, no te puedes quedar en la superficie. Tienes que bajar subsuelo y observar sus entrañas.

    Además, encontré en su prosa una hermosa musicalidad, perfectamente acompasada, porque Hugo sabía cuándo subir el volumen y cuándo detenerse en un susurro. En las escenas de acción, las frases son rápidas, casi como latigazos, mientras que, en los momentos de reflexión, se alargan, serpentean, y te conducen, sin darte cuenta, a un bosque encantado de palabras. Por último, desde mi punto de vista, lo que define a Los Miserables es su compromiso moral. No está escrita desde un pedestal, sino desde las trincheras. Victor Hugo fue un autor que sentía el dolor de sus personajes, que abrazaba sus contrariedades y que, al mismo tiempo, no temía señalar con firmeza las injusticias de su época. Fue un cronista único, con el corazón de un poeta, la mirada de un visionario y la pluma de un activista.

    Personajes.

    Hablar de los personajes de Los Miserables es como describir un cielo estrellado, puesto que aquí cada uno brilla con su propia intensidad, algunos con luz fulgurante y otros con una penumbra que te atrapa. Víctor Hugo cinceló y moldeó los personajes de esta obra con una paciencia infinita, como si cada faceta de sus personalidades estuviera destinada a transmitir algo mucho más grande que ellos mismos.

    Jean Valjean, por ejemplo, es sin duda el corazón palpitante de esta novela, y lo podemos ver como un hombre quebrado que empieza siendo casi una sombra, un espectro que arrastra el peso de diecinueve años de prisión por un acto insignificante. Pero Valjeant demuestra una excepcional capacidad para mutar y renacer Y aún así, su bondad no es idealizada ni fácil, ya que lo veremos luchar contra sus propios demonios mientras huye de la implacable justicia. Es un personaje que se me quedo grabado, ya que creo que en un mundo lleno de Javerts, rígidos, inflexibles y cegados por el deber, todos deberíamos aspirar a ser un poco más como Valjean, alguien que elige siempre el amor y la empatía.

    Javert, por otro lado, es la personificación del deber llevado al extremo, un hombre con la brújula moral más inamovible que jamás haya existido. Aún así Victor Hugo no retrata a Javert como un villano, al menos no en el sentido clásico, ya que lo que vemos es a un hombre atrapado en su propia lógica, tan rígida y absoluta que cualquier desviación lo condena. Su tragedia no reside en su maldad, sino en su incapacidad de comprender que el mundo no es blanco y negro, que el gris existe y que, en algunas ocasiones, tras ese gris, se oculta la verdad.

    Luego está Fantine, una mujer cuya vida es una cadena de sacrificios y humillaciones. Si Valjean es el héroe y Javert es la ley, Fantine es la víctima, pero no en el sentido pasivo. Ella lucha, aunque el mundo parece conspirar para destruirla, y aunque se sienta como una flor pisoteada, continúa intentando levantarse hacia la luz. Cosette, por su parte, sobrevive a duras penas bajo la tiranía de los Thénardier. Cuando Valjean la rescata, no solo le devuelve la libertad, sino también la posibilidad de florecer. Y florece. De niña maltratada, pasa a convertirse en una joven que encarna la pureza, la esperanza y es el sol alrededor del cual orbitan las decisiones de Valjean y las aspiraciones de Marius.

    Marius, es un joven idealista, aunque no sin contradicciones. Su amor por Cosette es puro, casi ingenuo, y en él vemos ese ardor juvenil que todos hemos sentido alguna vez. Pero Marius también es impulsivo y, a menudo, desconectado de las realidades que lo rodean. Y finalmente, no puedo dejar de mencionar a los Thénardier, los parásitos más fascinantes de la literatura. Si los personajes principales son un espejo de las virtudes humanas, los Thénardier son su antítesis, egoístas, manipuladores y moralmente corruptos, como ratas en un naufragio, dispuestas a morder lo que sea necesario para mantenerse a flote.

    Conclusión.

    Cuando cerré Los Miserables, sentí que había leído algo mucho más elevado que una simple novela, tenía la sensación de haber atravesado una existencia entera, una más dura, más luminosa y, sin duda, mucho más intensa que la mía. Victor Hugo edificó una auténtica catedral de emociones y preguntas. En mi humilde opinión, creo que pocas obras consiguen este equilibrio entre lo monumental y lo íntimo, entre el estruendo de una revolución y el susurro de una conciencia que busca vivir en paz y justicia.

    Sin duda alguna, este libro no me dejó indiferente, me desafió, me incomodó y me obligó a mirarme al espejo y cuestionarme que estoy dispuesto a hacer por mis principios. También me recordó que detrás de cada rostro hay una historia que desconocemos, una batalla invisible. Al final, terminé con una mezcla de gratitud y melancolía. Gratitud por haber caminado por estas páginas, por haber conocido a Valjean, Fantine, Cosette y tantos otros, y melancolía porque, en el fondo, entiendo que esta historia no se ha terminado, sino que sigue viva cada vez que alguien elige la bondad sobre la venganza, construir en lugar de destruir, ayudar sin esperar nada a cambio o defenderlo justo pese a las consecuencias. Los Miserables no es solo una novela, es una pregunta constante: ¿qué harás tú con tu vida, con tu tiempo, con tu compasión?

    Victor Hugo.

    Víctor hugo sentado y con un brazo apoyado en una pila de libros

    Victor Hugo nació el 26 de febrero de 1802 en Besanzón, Francia, y ya desde muy joven demostró que no sería un autor cualquiera, sino que sería todo un gigante de las letras. Poeta, novelista, dramaturgo e incluso ensayista, su obra abarca prácticamente todos los géneros, y siempre con un sello inconfundible de maestría y compromiso. Entre sus novelas más célebres se encuentran Los miserables y Nuestra Señora de París, obras cumbre tanto del romanticismo como de la literatura universal.

    Pero Hugo no solo fue un escritor prolífico, sino también un visionario que revolucionó el teatro de su tiempo con dramas apasionados y modernos. Su influencia fue tal que llegó a formar parte de la Academia Francesa, un reconocimiento reservado solo para los más grandes. Comprometido hasta el alma con los ideales de justicia e igualdad, Hugo nunca dudó en plasmar sus principios en sus textos ni en defenderlos en público. Fue un intelectual que se enfrentó a la censura, al exilio y a las críticas con una valentía inquebrantable. Durante el Segundo Imperio francés, pasó veinte años en Bruselas, exiliado voluntariamente, pero sin renunciar a sus convicciones. Abogó por los derechos de los más desfavorecidos, luchó contra la pena de muerte y se convirtió en una voz imprescindible de su tiempo.

    Victor Hugo falleció el 22 de mayo de 1885 en París. Francia, consciente de la grandeza de este genio literario, le rindió homenaje con un funeral de Estado. Hugo no solo escribió para su época, sino para todas las que vinieron después, legando una obra monumental y comprometida.

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