
No fue un sueño.
Ese viernes, camino de la oficina, hasta el viento parecía negarse a respetar a Ainara. Le azotaba el rostro, envidiando la suavidad de su piel, como si quisiera borrar las líneas de su delicada carita, que parecía cincelada en la más bella claridad de la luna llena, tan preciosa y radiante, que ni los sueños se atreven a soñarla. Su pelo, un hermoso e indomable anochecer, danzaba sin permiso, caótico como su semana. Y sus ojitos, que llevan impresa una bondad más desarmante que cualquier belleza, miraban el mundo con la resignación de quien ha aprendido que a veces no basta con ser fuerte, ni buena, ni siquiera valerosa. A veces, simplemente, hay que resistir.
Pero no era solo el viento, ni el cansancio acumulado de la semana, ni el sueño, ni el invierno clavándosele en los nudillos. Era el acopio de pequeñas derrotas que se habían ido construyendo en el mausoleo de su extraña semana. El Excel que desapareció sin rastro, la reunión que debía haber sido un correo, el correo que tenía que haber sido reunión, el café que se suicidó sobre su jersey marrón de cuello alto, el paraguas que se plegó en plena tormenta, la cena recalentada que acabó en el suelo, el mensaje del chico que le gusta… que no llega y lo espera mientras se pregunta si no hay ninguno que sea normal, la amiga que canceló el plan a última hora, su madre preocupada por si se alimenta bien, la factura que esperaba haber pagado pero que, según la compañía, jamás ocurrió, el vecino que decidió redecorar a martillazos su techo a la una de la madrugada. ¡Uffff!, menos mal que por fin es viernes, se dice, pero por mucho que se lo repita, ni eso consigue animarla.
Tampoco lo hizo el entrar a la oficina, y ver la cara de su jefe con mirada de «necesito esto para ayer». Ni mejoró a media mañana, cuando la confundieron con una máquina de resolver problemas ajenos. Ni después de comer, cuando un compañero, en un acto de pereza olímpica, delegó en ella algo que claramente no le correspondía. Ni siquiera se alegro cuando vio que eran las 16.33, no podía decir que le faltaba menos de media hora para salir, ya que se solía ir como mínimo quince o veinte minutos tarde. Y llegó el culmen a las 16.57, tres minutos antes de su supuesta hora de salida. Un correo pidiéndole que hiciera “un pequeño ajuste urgente en un contrato”. La última vez que miró el móvil eran las 18.03, pero no lo hizo por estar a punto de terminar, sino porque le aviso de que su batería agonizaba. Por fin es viernes, se repitió con resignado sarcasmo.
Cuando logró salir de la oficina, la noche ya había tomado la ciudad. Ainara entró aquella mañana bajo un cielo gris que prometía lluvia y ahora, al cruzar la puerta, descubrió que el día había desaparecido sin que ella se diera cuenta, tuvo la impresión de que alguien había corrido un velo negro sobre las calles sin previo aviso. El aire del invierno le volvió a golpear el rostro sin piedad, deslizándose por el cuello de su abrigo beige. Por un momento, se quedó quieta en la acera, observando las luces de los coches que pasaban como destellos fugaces de vidas ajenas. Ni siquiera la promesa del fin de semana le arrancaba una sonrisa. Ese viernes tenía el alma vieja.
Había empezado la semana con planes para sus días libres, con la ilusión con la que tratamos de enmascarar los lunes. Tal vez ir al cine, tal vez una excursión, tal vez una tarde de risas con amigos. Ahora, todo eso le sonaba a otra vida, a alguien que no era ella. Lo único que quería era algo pequeño, algo simple. Un café con leche entre las manos, una napolitana de chocolate, un paseo por esas calles nostálgicas y ese parque tranquilo por el que tanto le gustaba perderse. Un poco de calor, un poco de tregua. Decidió permitirse ese mínimo consuelo.
Al llegar al supermercado, la tragedia se sirvió en pequeños sorbos de realidad. La tarjeta no funcionó. No en el primer intento. Tampoco en el segundo. Ni en el tercero, cuando la pasó con la delicadeza de quien cree que, tal vez, la máquina solo necesita un poco de cariño. Pitido seco. Rechazada. Ainara parpadeó, confundida. Entonces recordó un aviso del banco para que pasara a buscar una nueva tarjeta. Se le olvido hacerlo. Se había acostumbrado a pagar con el móvil, ese mismo que se había quedado sin batería en el trabajo, y que ahora, era poco menos que un rectángulo sin vida en el fondo de su bolso. Así que se fue, compuesta y sin merienda, tratando de calmarse, recordando esos buenos momentos que tanto merecía, y que últimamente, tiritaban como el reflejo de la luna en el agua agitada.
Aunque aún le quedaba su paseo, un par de calles más, y después el parque. No era el parque de su infancia, pero le gustaba perderse en él como si lo fuera. Adoraba caminar entre los árboles, escuchar el crujido de las hojas secas bajo sus botas, sentir el perfume húmedo que la tierra emanaba después de la lluvia, ese aliento de bosque olvidado en plena urbe. Pero aquel día, ni siquiera ese refugio le traía consuelo. Caminaba por los senderos encharcados como quien deambula por su propia cabeza, atrapada en la espiral de un cansancio sin nombre. Las farolas encendían tímidos charcos de luz sobre los bancos, sobre la grava húmeda, sobre los arbustos aún perlados de gotas. Ainara suspiró, preguntándose si algún día encontraría algo en lo que sostenerse, algo que no fuera efímero, que no se escurriera entre los dedos como…
Y entonces lo vio.
Un destello en su visión periférica. Algo que no encajaba. Algo que la miraba, ahí, en un banco solitario, como si llevara toda la vida esperándola.
Se detuvo.
Por un instante, todo fue posibilidad.
Un mensaje. Un olvido. Un encuentro.
Dio un paso.
Y entonces, lo distinguió.
Era un libro.
Pequeño. Fino. Con colores que parecían brillar bajo la luz temblorosa de la farola. Y lo más extraño de todo, intacto, como si la lluvia no se hubiera atrevido a tocarlo, dando la impresión de que alguien lo hubiera dejado para ella con amor.
Lo sostuvo entre las manos con una reverencia inconsciente, como si en su frágil delgadez escondiera un peso más grande que el de sus páginas. Lo acarició con los dedos, tanteando el lomo, deslizando la yema sobre la portada aún fresca por la humedad de la tarde. No era más que un libro breve, apenas un susurro impreso en papel. Y como los susurros suelen decir más que los gritos, decidió que el paseo había terminado. Tenía nuevo plan.
Al llegar a casa encendió las luces, se descalzó y puso a preparar café mientras se ponía cómoda. Ya con el café humeante servido en una taza y como único testigo, se sentó en el sofá y se envolvió en su manta favorita—la de las tardes de lluvia y los días en los que al mundo no se le puede llamar hogar—y, por fin, abrió el libro.
Entonces todo cambió.
No supo en qué momento dejó de sentir el cansancio. Ni cuándo su malhumor se evaporó, sustituido por la pura magia de las palabras. Rió, sufrió, se fascinó, se emocionó, reflexionó, dudó, asintió, suspiró, soñó, se inspiró. Durante dos horas, el tiempo dejó de existir. No hubo oficina, ni jefe, ni semana agotadora. Solo ella y esa historia que la devoró antes de que ella pudiera devorarla.
Y cuando la historia terminó, cuando el último punto quedó flotando en el aire como una despedida inevitable, el silencio fue distinto. No era el mismo que había sentido al llegar a casa. Este era un silencio lleno. Un silencio que no dolía.
Respiró hondo.
Miró el libro entre sus manos, y en ese instante lo supo.
Por primera vez en mucho tiempo, sintió que no quería seguir dejándose arrastrar por los días, por la rutina, por la inercia de las semanas que pasaban sin apenas diferenciarse entre sí. No. Iba a anclar la vida. Iba a saborearla, a encontrarle un ritmo propio.
Y el primer paso sería este: cada fin de semana, al salir del trabajo el viernes por la tarde, se concedería este mismo ritual. Primero se pararía en el supermercado y compraría su café y su napolitana. Después pasearía por el parque donde, sin esperarlo, le había asaltado este flechazo literario. Y por último, ya en casa, se acurrucaría bajo su manta con un libro corto entre las manos, dejándose llevar, entregándose por completo, como aquella primera vez.
Porque ahora lo sabía.
A veces, las historias más breves, son las que dejan la huella más profunda.
El poder de las novelas cortas
¿Te ha pasado alguna vez? Ese momento en el que un libro te atrapa con una intensidad casi física. A Ainara le ocurrió aquella noche, y a mí… a mí me ha pasado tantas veces que ya ni las cuento. Con novelas largas, sí, pero sobre todo con breves, esas que se deslizan entre las manos con la rapidez de un suspiro y, sin embargo, dejan una marca que dura días, semanas, a veces años.
Las novelas breves tienen un poder especial. Nos ofrecen un refugio donde podemos saborear cada frase, cada párrafo, cada situación y cada reflexión. Bien hechas, son como pequeñas píldoras de literatura concentrada, auténticas dosis de intensas emociones que nos permiten vivir múltiples vidas en unas pocas páginas.
A mí me han salvado en más de una ocasión. En épocas de hastío, cuando no tenía fuerzas para sumergirme en un tocho de mil páginas, en noches de insomnio en las que solo necesitaba que alguien—un escritor, un personaje, una voz—me hablara al oído durante un rato y luego me dejara ir, distinto, cambiado. Porque las buenas novelas cortas tienen ese poder: llegan rápido, pero golpean hondo.
Y sí, también está el factor tiempo. No siempre podemos comprometernos con extensos volúmenes cuyo ansiado final se encuentra a años luz. Pero eso no significa que tengamos que renunciar a la intensidad, al placer de vivir otras vidas en la piel de otros. Es ahí donde estas novelas se vuelven imprescindibles.
Así que aquí va mi propuesta: busca tu rincón favorito, prepárate un café, un té, lo que quieras, y dale una oportunidad a una de estas historias que te voy a recomendar a continuación. No necesitas más que un par de tardes, unas horas robadas al ajetreo diario. Y quién sabe… quizá descubras, como Ainara, como yo, que unas pocas páginas pueden cambiarlo todo. ¿Te atreves?.
La vegetariana, de Hang Kang

- Título: La vegetariana
- Autora: Hang Kang
- Fecha de publicación: 2007
- Edición: 2024
- Editorial: Random House
- Páginas: 168
Si hay una novela breve que grita en silencio, esa es La vegetariana de Han Kang. En apenas 200 páginas, Kang construye un relato hipnótico, inquietante y de una belleza brutal, donde la decisión de una mujer de dejar de comer carne desata un huracán de reacciones en su entorno. Dividida en tres partes, cada una narrada desde una perspectiva distinta, la historia nos sumerge en un viaje que oscila entre la incomprensión, la obsesión y la resistencia. Lo fascinante de esta novela no es solo su trama, sino su estilo, una prosa minimalista, contenida, que esconde un torrente de emociones bajo cada frase medida al milímetro.
Yeong-hye, la protagonista, es un enigma al que nunca accedemos del todo, la conocemos solo a través de las miradas de quienes la rodean, como su esposo, que ve su transformación con desaprobación, o su cuñado, que la convierte en objeto de su deseo artístico. Su hermana, en cambio, ofrece la visión más humana y trágica. La vegetariana no es solo una novela sobre el acto de dejar de comer carne, sino sobre el cuerpo como territorio de lucha, sobre el deseo de desaparecer y sobre la incomodidad de desafiar lo establecido. Una lectura perturbadora e inolvidable. Si quieres saber más sobre esta genial novela te dejo un enlace a la reseña que le hice: https://vocesdelibros.com/la-vegetariana-hang-kang/
Cuentos, ideas y fragmentos, de Juan Francisco Marín

- Título: Cuentos, ideas y fragmentos
- Autor: Juan Francisco Marín
- Año de publicación: 2025
- Páginas: 116
Si te apetece algo eléctrico y dinámico, a la vez que original y reflexivo, Cuentos, ideas y fragmentos de Juan Francisco Marín es una gran opción. Este compendio de relatos es una centrifugadora literaria donde lo cotidiano se disloca y lo insólito se instala con una naturalidad inquietante. Aquí, un hombre despierta con la sospecha de que el mundo ha sido reemplazado por una versión adulterada; un personaje de ficción desafía a su creador en un duelo de voluntades; una idea filosófica se despliega como un mecanismo de relojería hasta volverse contra sí misma. Cada texto es un experimento narrativo, un cortocircuito en la percepción que golpea y fascina a partes iguales.
Más que simples relatos, estas piezas son artefactos de precisión, ya que algunos operan como paradojas literarias, otros como juegos de espejos donde la lógica se pliega y se repliega hasta rozar el absurdo. Hay ecos de Borges en la arquitectura de las ideas, de Cortázar en la irreverencia del estilo, de Monterroso en la contundencia de lo breve. Pero más allá de esas influencias, Marín construye su propia voz, una voz ágil, mordaz y lúcida, con una prosa que no se limita a contar historias, sino que provoca un diálogo con el lector.
Si buscas literatura de fácil digestión, este no es tu libro. Pero si te atreves a adentrarte en un territorio donde la ficción se replantea a sí misma y cada texto es un desafío intelectual disfrazado de juego, entonces Cuentos, ideas y fragmentos es una apuesta segura.
La dependienta, de Sayaka Murata

- Título: La dependienta
- Autora: Sayaka Murata
- Año de publicación: 2019
- Editorial: Duomo Ediciones
- Páginas: 176
Emotiva, reflexia y sencilla aunque muy profunda me parece la mejor forma de definir esta sensacional novela de menos de doscientas páginas escrita por Sayaka Murata y llamada «La dependienta». Esta novela, además de meternos de lleno en la vida de Keiko Furukura, una mujer de 36 años que trabaja en una konbini (tiendas abiertas 24 horas) de Tokio, hará que nos cuestionemos las normas y expectativas de la sociedad moderna. Keiko es un personaje entrañable, de apariencia simple, aunque muy complejo, que ha encontrado su refugio en la rutina predecible de su trabajo en el supermercado, donde cada detalle está minuciosamente reglamentado, desde cómo saludar a los clientes hasta cómo organizar los productos en las estanterías.
Para Keiko, este entorno estructurado es un alivio en un mundo que constantemente le exige adaptarse a normas sociales que no termina de comprender ni aceptar. La prosa de Murata es sencilla pero cargada de significado, y en la que a pesar de su brevedad, aborda temas tan profundos como la conformidad, la identidad y la presión social. ¿Qué significa realmente ser normal? ¿Por qué la sociedad insiste en que todos sigamos un camino preestablecido? «La dependienta» nos abre una ventana a la vida cotidiana en Japón, mientras nos invita a reflexionar sobre la individualidad y la lucha por encontrar nuestro propio lugar en el mundo. Es una lectura ligera en términos de longitud, pero pesada en cuanto a su impacto emocional y filosófico.
El extranjero, de Albert Camus

- Título: El extranjero
- Autor: Albert Camus
- Año de publicación: 1942
- Edición: 2021
- Editorial: DeBolsillo
- Páginas: 128
El extranjero, es una de esas novelas que, a pesar de su brevedad, nos suelta una bofetada seca y nos deja mirando al infinito. Camus nos cuenta la historia de Meursault, un hombre que parece existir en un estado de desconexión total con el mundo. Desde la primera línea, el tono está marcado: Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer, no lo sé. Meursault es un tipo que no llora en el funeral de su madre, que no siente la necesidad de fingir tristeza, que no le ve el sentido a todo ese teatro del duelo. Y claro, la sociedad no se lo perdona. Porque puedes cometer errores, ser un desastre, incluso un villano, pero si no juegas el juego de las emociones esperadas, si te mantienes al margen como un espectador sin ganas de aplaudir, te conviertes en un monstruo.
Además, este hombre anodino, por azares de la vida (o más bien por su absoluta apatía), acaba cometiendo un crimen absurdo en una playa abrasada por el sol. Pero aquí lo curioso es que no es el asesinato lo que realmente lo condena, sino su actitud. No llora, no se lamenta, no busca redención. Y en una sociedad que necesita explicaciones, que exige gestos de arrepentimiento y narrativas que den sentido a los actos, su indiferencia es imperdonable.
El extranjero es un experimento filosófico disfrazado de relato, en el que Camus nos invita a ver la realidad con la frialdad de un microscopio, desmontando las convenciones sociales y exponiendo la arbitrariedad del destino. En poco más de cien páginas, Camus logra lo que otros autores necesitan trilogías para conseguir, incomodar, desafiar y, sobre todo, hacer que nos enfrentemos a nuestra propia visión sobre la vida y la muerte. Una lectura imprescindible para quienes disfrutan de novelas que parecen sencillas pero esconden un golpe filosófico bajo la manga.
Dos hermanas, de David Foenkinos

- Título: Dos Hermanas
- Autor. David Foenkinos
- Año de publicación: 2020
- Editorial: Alfaguara
- Páginas: 150
En esta obra, Foenkinos nos sumerge en la vida de Mathilde, una mujer cuya felicidad se desmorona cuando su pareja, Étienne, le dice que va a dejar el apartamento, aunque no le dice que va a dejarla a ella, pero Mathilde, profesora de literatura, comprende de inmediato la devastadora implicación de esas palabras. Mathilde, mientras enseña «La educación sentimental» de Flaubert a sus alumnos, debe enfrentarse a su propia lección de dolor y desamor… pero, ¿cómo se recupera uno del abandono de un amor que parecía eterno? Mathilde se ve obligada a reconstruir su vida desde cero y encuentra refugio en casa de su hermana Agathe.
Este nuevo entorno familiar, aunque pequeño, comienza a crear nuevos vínculos que traen consigo esperanza y un equilibrio, aunque algo precario. Foenkinos maneja con maestría la transformación de Mathilde, quien, devastada por el vacío dejado por Étienne, comienza a mostrar facetas inesperadas de su personalidad. El autor explora con sensibilidad y agudeza las complejas dinámicas familiares y la lucha interna de Mathilde para encontrar un nuevo sentido a su vida. «Dos hermanas» es una novela corta pero intensa, que aborda el dolor del desamor y la búsqueda de la identidad personal con una profundidad sorprendente, ideal si buscas una historia corta, pero conmovedora.
Novela de Ajedrez, de Stefan Zweig

- Título: Novela de ajedrez
- Autor: Stefan Zweig
- Año de publicación: 1942
- Edición: 2013
- Editorial: Acantilado
- Páginas: 96
En un transatlántico rumbo a Argentina, el destino cruza los caminos de Mirko Czentovic, campeón mundial de ajedrez, y el señor B., un enigmático vienés. Czentovic, un genio del ajedrez cuyo mundo se reduce al tablero, se enfrenta al señor B., quien, pese a negar experiencia previa, demuestra una perspicacia inesperada. Atrapados en un duelo épico, ambos se ven envueltos en una batalla psicológica donde la astucia y las jugadas inesperadas pondrán a prueba la mente de Czentovic. Pero, ¿quién es realmente el señor B.? ¿De dónde proviene su talento para el ajedrez? Resulta que su capacidad surge del prolongado aislamiento al que fue sometido por los nazis, convirtiendo el juego en su única vía de salvación y, al mismo tiempo, en la fuente de una obsesión que lo fractura internamente.
La partida se convierte, pues, en un viaje de autodescubrimiento en el que ambos personajes confrontan sus demonios y cuestionan su lugar en el mundo. La novela es, además, una crítica contundente a la opresión nazi y a la brutalidad del régimen, reflejando la desesperación y el aislamiento que marcaron la vida del autor en su exilio. Sin duda alguna, se trata de una lectura imprescindible para los amantes del ajedrez, la literatura y las historias que exploran los recovecos del alma humana.
Los ingravidos, de Valeria Luiselli

- Título: Los ingrávidos
- Autora: Valeria Luiselli
- Año de publicación: 2011
- Editorial: Sexto piso
- Páginas: 144
Valeria Luiselli nos invita a un viaje entre la memoria, la literatura y lo intangible en Los ingrávidos, una novela que desdibuja los límites entre realidad y fantasía con una prosa ágil, luminosa y llena de momentos poéticos. La historia se mueve entre dos tiempos y dos voces, por un lado, una joven editora mexicana en el Nueva York contemporáneo, que recuerda sus años de juventud mientras equilibra la maternidad y la escritura; por otro, el poeta Gilberto Owen, un espectro literario que, en el ocaso de su vida, rememora su juventud en el Harlem de los años veinte, codeándose con escritores como Federico García Lorca y Louis Zukofsky.
Ambos personajes, separados por décadas, parecen entrelazarse en una suerte de danza espectral, donde los trenes del metro neoyorquino se convierten en corredores del tiempo. Mientras la narradora siente la presencia casi fantasmal de Owen que la acecha en sus recuerdos, él vislumbra en los rostros desconocidos del vagón la posibilidad de revivir fragmentos de su pasado. Luiselli construye la novela como un mosaico de fragmentos que, exploran la fugacidad de los encuentros y la irrevocable pérdida que deja el paso del tiempo.
Los ingrávidos es una obra breve pero de gran profundidad, que juega con la autoficción y la metaliteratura sin perder frescura ni ritmo. Su musicalidad y atmósfera etérea , nos invitan a reflexionar sobre cómo las vidas se unen y se desvanecen en un continuo fluir de memorias y ausencias. Una lectura imprescindible para quienes disfrutan de historias que se mueven entre lo tangible y lo evanescente.
Tombuctu, de Paul Auster

- Titulo: Tombuctu
- Autor: Paul Auster
- Año de publicación: 2012
- Editorial: Booket
- Páginas: 224
El genial Paul Auster nos invita a un viaje introspectivo y conmovedor en «Tombuctú», una novela corta donde la vida, la muerte y la naturaleza humana se observan a través de la singular mirada de Mister Bones, un perro de gran inteligencia y sensibilidad. La historia comienza con la vida errante de Willie G. Christmas, un excéntrico vagabundo que vive en las calles junto a su fiel compañero Mister Bones. A pesar de las dificultades y la crudeza de su existencia, Willie encuentra refugio en la poesía y en la profunda conexión que comparte con su perro, viviendo momentos de alegría y tristeza mientras recorren juntos los desafíos de la vida en la intemperie.
Sin embargo, la vida de Willie se ve truncada por una enfermedad terminal y, presintiendo su final cercano, decide emprender un último viaje a Baltimore en busca de su antigua maestra, la única persona que creyó en su talento como escritor. Su objetivo es entregarle sus poemas y, de esa manera, encontrar un hogar adecuado para Mister Bones tras su partida. Tras la muerte de Willie, Mister Bones se embarca en una nueva travesía existencial en la que, a través de sus encuentros con diferentes amos, experimenta tanto la bondad como la crueldad de la naturaleza humana, descubriendo la fragilidad de la vida y la importancia de los lazos afectivos.
Con una prosa limpia y conmovedora, Auster logra equilibrar la ternura y el desencanto, haciendo que cada frase quede grabada en nuestro corazón lector y nos invite a reflexionar sobre la dualidad de la existencia. Sin duda alguna, «Tombuctú» es una lectura imprescindible para quienes buscan una historia que combine originalidad, emotividad y profunda reflexión.
Un amor, de Sara Mesa

- Título: Un amor
- Autora: Sara Mesa
- Año de publicación: 2020
- Editorial: Anagrama
- Páginas: 192
No todas las novelas cortas son ligeras. Algunas pesan como una piedra en el bolsillo, y Un amor es de esas. La protagonista, Nat, es una joven traductora que alquila una casita en un pueblo perdido con la esperanza de trabajar en calma. Pero La Escapa no es el refugio idílico que esperaba: el casero es grosero y despectivo, los vecinos la miran con recelo y, aunque algunos se esfuerzan en parecer amables, la sensación de no pertenecer al lugar es constante. Entre los pocos habitantes con los que interactúa, tres hombres marcarán su experiencia en el pueblo. Está el casero, cuya hostilidad se traduce en exigencias absurdas; Píter, un vecino simpático, pero condescendiente y oportunista; y Andreas, con quien establece una relación inquietante y difícil de clasificar.
Lo que hace a Un amor una novela tan incómoda es la ausencia de explicaciones morales. No hay personajes buenos o malos, solo personas atrapadas en sus propios códigos, en sus formas torcidas de relacionarse. La Escapa no es un pueblo maligno en sí mismo, pero su hostilidad va calando en Nat, haciéndola dudar de su lugar en el mundo, de su independencia y hasta de su propia voluntad. Sara Mesa escribe con una precisión brutal, sin adornos ni juicios, consiguiendo que cada palabra pese como una losa.
Distancia de rescate, de Samanta Schweblin

- Título: Distancia de rescate
- Autora: Samanta Schweblin
- Año de publicación: 2014
- Editorial: Seix Barral
- Páginas: 196
En Distancia de rescate, Samanta Schweblin no nos da respiro. Nos arroja a un diálogo frenético entre Amanda, que agoniza sin entender por qué, y David, un niño que parece guiar su memoria con una lucidez inquietante, aunque nunca del todo fiable. Entre preguntas y respuestas que se encienden como chispas, la historia se desenreda —pero nunca del todo— para dejar al descubierto algo más perturbador que el misterio mismo: la fragilidad de lo cotidiano y esa amenaza silenciosa que se filtra en lo invisible, en lo que no se nombra.
La distancia de rescate es esa medida teórica de seguridad entre una madre y su hijo, el espacio que permite reaccionar antes de que el peligro los alcance. Pero ¿qué pasa cuando el peligro no tiene forma, cuando es algo que respiras sin saberlo, que bebes sin verlo? En este escenario rural, donde los campos podrían estar envenenados, la realidad misma se vuelve tóxica.
Schweblin escribe con auténtica precisión, colocando cada palabra exactamente donde debe estar. La estructura con un fuerte peso en los diálogos no solo refuerza la urgencia, sino que convierte la lectura en un acto casi hipnótico. No hay descanso, no hay escapatoria, estamos dentro de la historia, atrapados con Amanda en la confusión de lo que ya es inevitable.
Seda, de Alessandro Baricco

- Título: Seda
- Autor: Alessandro Baricco
- Año de publicación: 2011
- Editorial: Anagrama
- Páginas: 128
Seda es una obra exquisita que nos transporta a la Francia y el Japón de mediados del siglo XIX a través de los ojos de Hervé Joncour, un hombre que se embarca en un fascinante viaje a Asia en busca de larvas de gusanos de seda. Con una narrativa en tercera persona, la novela explora no solo las dificultades comerciales y culturales a las que Joncour deberá enfrentarse, sino también los sutiles y profundos matices de una atracción creciente hacia una cortesana. Baricco nos presenta una historia llena de belleza y melancolía, donde el amor y la distancia juegan un papel crucial en el desarrollo del protagonista.
La novela, compuesta por capítulos breves que le confieren un ritmo pausado y meditativo, se convierte en una experiencia sensorial donde cada página es una invitación a sumergirse en una atmósfera de exotismo y nostalgia. A través de la dualidad de su viaje —entre la búsqueda comercial y el anhelo romántico— Joncour nos muestra la tensión entre la razón y el deseo, haciendo de Seda una reflexión sobre la fragilidad de la existencia y la belleza efímera de lo inalcanzable. Si buscas una narrativa breve pero intensa, cargada de sensibilidad, elegancia y una prosa poética que invita a la reflexión, Seda es, sin duda, una lectura imprescindible.
El principito de Antoine de Saint-Exupéry

- Titulo: El principito
- Autor: Antoine de Saint-Exupéry
- Año de publicación: 1943
- Edición: 2022
- Editorial: Salamandra
- Páginas: 96
Si hay una novela corta que considero imprescindible, es El principito. Se presenta como un libro para jóvenes, pero en realidad es una lectura indispensable para cualquier adulto. De hecho, cuantas más veces lo leo, más descubro. Es de esas historias que crecen contigo, que cambian de significado según el momento de tu vida en el que las encuentres.
A primera vista, parece un cuento sencillo: un aviador se estrella en el desierto y allí conoce a un niño de otro planeta, un pequeño príncipe que ha viajado de mundo en mundo conociendo personajes tan extraños como reales. Un rey sin súbditos, un farolero atrapado en la absurda rutina de encender y apagar su farol, un hombre de negocios obsesionado con contar estrellas como si fueran suyas… Pero lo que Saint-Exupéry nos deja entre líneas es mucho más grande.
Cada uno de esos encuentros es una metáfora de nuestra propia vida. La ceguera de los adultos, la absurda seriedad con la que encaramos lo simple, la pérdida de la capacidad de asombro. El estilo es tan delicado como su historia, pocos libros dicen tanto con tan poco. La prosa de Saint-Exupéry es limpia, sin adornos innecesarios, pero cargada de significado. No sé cuántas veces lo he leído ya, pero cada relectura es un reencuentro con algo que creía olvidado. Si hay una novela corta que recomendaría sin dudarlo, una que merezca ser leída y releída sin importar la edad, es esta. Porque en el fondo, todos fuimos niños alguna vez y, a veces, hace falta un pequeño príncipe venido de otro planeta para recordárnoslo.
Conclusión
Las novelas cortas demuestran que no hace falta una gran extensión para dejar huella. Con una economía de palabras y una intensidad bien medida, nos ofrecen experiencias literarias que pueden ser tan impactantes como cualquier novela extensa.
Ya sea por falta de tiempo o por el deseo de una lectura concentrada, estas historias breves nos permiten sumergirnos en mundos fascinantes sin el compromiso de cientos de páginas. Como le ocurrió a Ainara, a veces, un libro pequeño es suficiente para cambiar nuestra perspectiva, regalarnos un respiro o incluso transformar un día gris en una experiencia inolvidable.
Así que, si buscas emociones intensas en poco tiempo, dale una oportunidad a las novelas cortas. En unas pocas horas, pueden ofrecerte lo que otras lecturas tardan días en conseguir.