Saltar al contenido

Explorando géneros literarios extraños y poco conocidos.

25/11/2024
un grupo de personajes de fantasía
Índice

    Descubre los géneros literarios que nunca imaginaste

    Una tarde, hojeando mi modesta biblioteca, me dio por pensar que seguramente debe haber un buen puñado de géneros literarios de los que no tengo ni la más mínima idea de su existencia. Al fin y al cabo, todos tendemos a acomodarnos en lo que conocemos y nos gusta, perdiéndonos así la oportunidad de descubrir cosas que quizá nos fascinarían o, quién sabe, hasta nos enriquecerían más.

    Así que, un buen día (en realidad hacía un día de mierda, por eso me quede en casa), armado con una buena taza de café (que se me enfrió mientras trataba de entender qué demonios es la Literatura Ergódica) me puse a buscar qué más había por ahí, en esos rincones alejados y poco transitados de la literatura. Lo que encontré me dejó con la mandíbula desencajada, porque resulta que hay toda una fauna de géneros que ni podía llegar a sospechar que existieran.

    Lo confieso, apenas he leído (ni siquiera terminé) un libro de estos géneros y fue por pura casualidad, porque ni sabía que pertenecía a un género literario en concreto. Por lo tanto, este artículo no va de un experto compartiendo su sabiduría ni de recomendaciones de lecturas que devoré durante un verano bohemio en un ático parisino. No. Esto es más bien una pequeña y modesta investigación que hice por pura curiosidad y porque, francamente, algunos de estos géneros sonaban tan extraños que no pude resistirme a indagar un poco más y escribir este artículo para compartir con vosotros las maravillas, rarezas y delirios que encontré por el camino.

    Por cierto, si sois de esos lectores intrépidos que habéis leído algo de estos géneros, no dudéis en compartir vuestra experiencia en los comentarios. Así aprendemos todos. Y ahora, sin más preámbulos, abróchense los cinturones que arrancamos con Bangsiano (que, aviso, no tiene nada que ver con cortes de pelo extraños).


    Bangsiano, tertulias en el más alla

    Hace unos años, sin saber que podría encajar perfectamente en el género Bangsiano, me topé con un libro de Javier Sardà titulado Eros, Thanatos y su puta madre. La premisa me pareció interesante: un tipo muere y llega a una especie de purgatorio donde su existencia depende de que alguien en la Tierra siga recordándolo. Ahí se topa con personajes históricos que, lejos de estar contentos con su fama póstuma, están hasta el moño de que los mencionen una y otra vez. Recuerdo que al principio el libro tenía chispa, con diálogos ingeniosos y cierta dosis de humor, aunque el ritmo cayó en picado y lo deje a medio leer.

    Algo así propone el género bangasiano, llamado de este modo por John Kendrick Bangs, un escritor estadounidense que, a finales del siglo XIX, se preguntó qué demonios harían las personas y las figuras históricas una vez que cruzaran al otro lado. Su respuesta a su propia pregunta fue una tetralogía compuesta por los siguientes títulos: Una casa en el estigia (1895), La persecución de la casa flotante (1897), La máquina de escribir encantada (1899) y El señor Munchausen (1901). En todas estas novelas la trama gira entorno a distintas almas que se pasan el rato navegando por ríos etéreos y discutiendo sobre la vida… desde la muerte. Otras obras conocidas de este género son la Serie Riverworld escrita por Philip José Farmer en 1971, Héroes del infierno (1986) Janet Morris y Los sueños que pueden llegar de Richard Matheson.

    La verdad es que, aunque no me gusto el único libro que he intentado leer y que parece pertenecer a esta materia, me resulta atrayente el giro refrescante que este género le da al concepto de “vida después de la muerte”. Ni ángeles tocando el arpa ni juicios finales, sino simplemente nosotros, tan parlanchines y, probablemente, tan cabezotas como siempre. Así que, cuando el tiempo me lo permita, me sumergiré en algún libro de este género…aunque espero no encontrarme con Freud psicoanalizando a Hegel.


    Oulipo: cuando la creatividad se pone camisa de fuerza

    Parece que hay escritores que eso de inventarse tramas, personajes y diálogos no les parece un reto suficiente, así que se buscan la manera de hacerlo todo aún más difícil. Y así, con esa mentalidad de «¿por qué no lo complicamos un poquito más?», nació el movimiento literario Oulipo (Ouvroir de littérature potentielle, que en francés suena muy fino, pero significa algo así como “taller de literatura potencial”). Supongo que os estaréis preguntando que significa eso de taller de literatura potencial, pues básicamente es la idea de que si te pones cierta restricciones, tu potencial creativo se multiplica.

    El maestro de maestros en esto fue Georges Perec, que un día se despertó con ganas de complicarse mucho la vida y escribió La Disparition, una novela entera sin una sola ‘e’. Más de 300 páginas sin la letra más común del idioma francés, sin duda alguna, para Perec las restricciones fueron el motor de la imaginación, hizo una paella sin arroz. Personalmente, si yo tuviera que escribir un artículo sin una letra tan básica, me pasaría más tiempo arrancándome los pelos que escribiendo. No contento con esta gesta también escribió el palíndromo más largo en francés, nada más y nada menos que cuarenta páginas. Me parece que este hombre, además de mucho talento, tenía mucho tiempo libre.

    Otros autores que cultivaron este género fueron Italo Calvino, Marcel Duchamp y Raymond Queneau que en su obra Ejercicios de estilo, nos cuenta la misma historia de cien formas distintas. La cierto es que el concepto de Oulipo me intriga y me da miedo a partes iguales. Yo, que me considero un lector apasionado, necesito sentir que hay cierta libertad en la escritura, que los autores pueden ir donde quieran sin tener que medir cada palabra como si tuvieran un contador de sílabas en la cabeza. Pero admito que hay algo en este desafío autoimpuesto que tiene su magia, así que un día que tenga paciencia, tiempo y café suficiente, me adentraré en esta tortura creativa autoimpuesta, esperando que su lectura sea más satisfactoria de lo que, a buen seguro, es su proceso creativo.


    Literatura Ergódica, un gimnasio mental

    La palabra ergódica viene de un término griego que básicamente significa “trabajo” (ergon) y “camino” (hodos). Al parecer si te metes en un libro de este tipo te toca currártelo, no son de esos libros que se leen de un tirón. En este género no basta con seguir líneas de texto de izquierda a derecha, aquí el lector tiene que interactuar con el libro de formas poco convencionales: saltando entre capítulos según instrucciones, interpretando esquemas o diagramas, descifrando mensajes ocultos y, en ocasiones, hasta girando el libro para leer desde distintos ángulo, esto último me parece más un troleo que un reto intelectual.

    Según he leído, algunos expertos consideran a Rayuela de Julio Cortazar (novela que lleva años mirándome desde la estantería, con cara de no saber porque la he invitado a venir), como la obra más emblemática del género ergódico, por su estructura de capítulos opcionales y porque puedes (o debes) leerla en distinto orden. Sin embargo, otros expertos no opinan del mismo modo, así que… ni idea. Más claro parece el caso de La casa de hojas de Mark Z. Danielewski, un libro dentro de un libro que juega con tipografías, notas al pie interminables y páginas donde el texto serpentea por los márgenes o directamente desaparece. Otra obra es «S.» de J.J. Abrams y Doug Dorst, que incluye anotaciones manuscritas entre los márgenes, fotografías, cartas y hasta mapas, todo diseñado para que el lector juegue al detective. La verdad, no es un género que me seduzca mucho, de hecho, por esa razón no le he dado todavía la oportunidad a Rayuela. Prefiero que la literatura me sorprenda de forma más convencional, que al fin y al cabo, no tiene porque ser una forma menos ingeniosa, creativa o rebuscada.


    Bizarro Fiction, literatura rara…muy rara

    Cuando empece a leer sobre este género, lo primero que me pregunté es: ¿En que diantres debe estar pensando alguien qué cree qué lo que necesitan nuestras estanterías son libros sobre casas de arenas movedizas o ciudades revienta cráneos?. El bizarro fiction parece un género que hace del surrealismo lo absurdo y de lo grotesco su bandera, vamos, que si fuera un helado sería de chicle de regaliz negro con anchoas y topping de Wasabi. Aquí no parece haber sutilezas, si algo puede ser muy extraño, lo será, no hay personajes previsibles, tramas lógicas o finales reconfortantes.

    Una de las obras más valoradas en este género es La casa de las arenas movedizas de Carlton Mellick III, donde la protagonista vive, literalmente, en una casa que pretende devorarla. No se si se trata de un ejercicio de creatividad o una propuesta para acabar con el problema del desorbitado precio de la vivienda. Otra de las joyitas de este género es Ciudad Revientacráneos de Jeremy Robert Johnson, un título que parece sacado de un video juego postapocalíptico, pero que, al parecer, es una obra cargada de metáforas e imágenes duras y potentes. La verdad, me pica un poco la curiosidad con este género, aunque de momento tendrá que esperar, y mejor que lo haga sentado cómodamente. Si quieres conocer más sobre Bizarro Fiction te aconsejo que te pases por esta web, BizarroCentral.com, un especie de meca para los amantes de lo excéntrico.

    Caligramas, poesía visual

    Tal vez los caligramas se lo más aproximado que tiene la poesía a un espectáculo de circo, ya que hay malabarismo con palabras, formas inesperadas y un público, que a veces, no sabe si aplaudir o preguntar que esta mirando. Este género nació gracias a Guillaume Apollinaire, un poeta francés que decidió que las palabras no solo debían leerse, sino también mirarse. En 1918 publicó Calligrammes, donde logró hazañas visuales como dibujar la Torre Eiffel con palabras mientras le lanzaba pullas a los alemanes. Es decir, poesía con doble propósito: arte y propaganda. Bravo, Guillaume.

    Aunque los caligramas no se han quedaron ahí, han evolucionado hasta conquistar espacios inesperados, ya que en la actualidad se utilizan en algunas escuelas para introducir a los niños en el mundo de la poesía. Y le veo sentido, supongo que a los niños les hará más gracia leer un poema con forma de dinosaurio que tragarse los sonetos de Byron a palo seco. La verdad es que me ha parecido interesante y supongo que algún día un poemario de este estilo acabará en mis manos. Me parece una buena forma de recordar que la poesía no tiene porque ser seria ni intimidante, puede ser divertida, creativa, caótica y, sobre todo, libre.

    un árbol con varios símbolos abstractos


    Grimdark y la utopía de los finales felices

    Si eres de los que cree que los cuentos de hadas deberían terminar con un dragón asando al caballero en lugar de que todo el mundo viva feliz, salvo las siempre devorada perdices, el Grimdark es tu género. Aquí no hay héroes de brillante armadura ni mundos donde el bien vence al mal. Esto es ficción cruda, como un bistec que no ha pasado ni cerca de la parrilla y no, no parece que sea un género para los débiles de corazón ni para quienes esperan que la trama les dé un abrazo emocional. Esto es más bien una patada existencial en el estómago, en el Grimdark no existen los finales felices, como la vida misma, que siempre tiene un final triste.

    Uno de los reyes indiscutibles del Grimdark es Joe Abercrombie y su novela más celebrada es La voz de las espadas. Al parecer sus obras tratan sobre violencia, desesperación y personajes moralmente ambiguos. Otro de los pesos pesados es Glen Cook con su saga La compañía negra. Esta colección sigue a un grupo de mercenarios que no tienen reparos en luchar por quien les pague más, ya sea un rey, una reina o una entidad maligna que acaba de despertar tras siglos de letargo. Parece como una especie de versión medieval de un grupo de freelances, pero con más sangre y menos reuniones de Zoom. Otro libro que ha tenido éxito es El vals de las hadas malditas de Gabriel Sánchez García-Pardo, y claro, imagino que aquí las hadas no estarán para concederte deseos ni ayudarte a encontrar el camino de vuelta a casa. Así que si tenéis ganas de literatura que os haga dudar de la bondad humana y, de paso, os saque una sonrisa cínica, el Grimdark parece vuestro billete directo al lado más sombrío de la imaginación.


    Hopepunk, la revolución de los abrazos

    Si el Grimdark es la oda a lo oscuro y lo terrible, el Hopepunk es su némesis luminosa. Este género es la resistencia a base de esperanza, la rebelión de los que prefieren construir en lugar de destruir. ¿La idea básica? No importa cuán caótico o desesperanzado sea el mundo, siempre habrá espacio para la bondad, la compasión y las pequeñas acciones que, como gotas en un río, terminan moviendo montañas.

    El término lo acuñó Alexandra Rowland en 2017, y desde entonces ha encontrado su lugar entre los géneros literarios con su estilo que, más allá de su aire optimista, nos recuerda que la esperanza no es algo pasivo, sino un acto de rebeldía. Otros autores reconocidos de este género son Karen Lords y su novela El mejor de los mundos posibles, Charlie Jane Anders Todos los pájaros del cielo y Cameron Hurley con Las estrellas son legión. Así que, si te atreves a intentar cambiar el mundo página a página, ¡adelante!, yo de momento…no me siento tan optimista.

    Despedida

    Y así, después de este peculiar safari literario, me despido con la sensación de haber explorado una reserva llena de criaturas extrañas, algunas intrigantes y otras… bueno, francamente aterradoras. Pero eso es lo maravilloso de la literatura: nunca sabes qué te va a salir al paso. Un género que parece el primo raro de la familia puede terminar siendo tu próximo favorito.

    Así que, os lanzo un reto: si os atrevéis a explorar alguno de estos géneros, contadme qué tal os fue. ¿Os gustó? ¿Os traumatizó? ¿Tuvisteis que girar el libro hasta parecer una figura de yoga mal ejecutada? La literatura es un viaje, pero nadie dijo que no pudiéramos tropezarnos por el camino con algún libro que nos haga dudar de nuestras elecciones de vida. Mientras tanto, seguiré rebuscando en este mundo infinito de palabras, café en mano y con una pizca de locura, porque, al fin y al cabo, ¿qué sería de los escritores si los lectores no tuviéramos esa dosis justa de curiosidad insaciable?

    Configurar