
Algunas claves para mejorar como lector
¡Ah, la lectura! Ese viejo amigo que nos acompaña en la cama, en el autobús, en el baño (sí, sé que lees mientras…), incluso en esas reuniones familiares donde preferirías estar en cualquier otro lugar y consigues ocultar un libro para ojear mientras dices que sí a todo, sin saber de que narices te están hablando. Bienvenidos, queridisimos lectores y lectoras (o aspirantes a serlo), a este artículo en el que vamos a intentar desvelar los secretos para convertirte en un buen lector (a pesar de que yo aún estoy en ello), o mejor aún, en uno de eso lectores que devoran libros como si fueran las últimas patatas fritas de la bolsa, y que además, disfrutan cada página como si fuera un bocado de su postre favorito (sí, esto sí, me siento más identificado con este tipo de lector).
Beneficios de la lectura
Vamos a empezar por el principio, que es lo que suelen recomendar en estas circunstancias, y al decir el principio, me refiero a hablar de la importancia de la lectura, porque esto no es solo cuestión de entretenimiento (aunque ese es un bonus muy importante). Leer es una actividad que se podría considerar como poseer un superpoder. Sí, sí, lo digo en serio. Piénsalo bien: coges un libro y, de repente, puedes teletransportarte a otros mundos, eras y realidades. Es como si tu cerebro fuera una especie de Doctor Strange de la imaginación, ¡y todo sin necesidad de capas ni hechizos extraños!
Beneficios cognitivos
Para empezar, leer es como un gimnasio para el cerebro, solo que sin esas máquinas raras ni el sudor. Cada vez que lees, le estás dando a tu cerebro un entrenamiento de alto nivel ya que la lectura mejora tu vocabulario, te enseña nuevas palabras y expresiones, que luego puedes usar para convencer a tus tacaños jefes a la hora de pedir un aumento o, mejor aún, para ganar al Scrabble (que, seamos sinceros, es lo que realmente importa). También potencia la memoria, ya que al seguir la trama de una historia, tu cerebro va guardando detalles, conversaciones, ideas, personajes, escenarios… Es como montar un puzzle imaginario gigante. ¿Y lo mejor? Es que no importa la edad que tengas, el cerebro se pone en forma y se mantiene leyendo, ¡así que nunca es tarde para empezar!
Beneficios emocionales
Cuando te sumerges en una historia, te conectas emocionalmente con los personajes, puedes sentir su alegría, su dolor, sus temores… Es una manera increíble de aprender a empatizar, esa habilidad tan necesaria para entender y convivir con los demás en este mundo tan demencial. Y, en esos días en que sientes que el universo te ha puesto en su lista negra, un buen libro puede ser el refugio perfecto, es como acurrucarse bajo una manta calentita en un día frío y lluvioso. Le proporciona calor a tu alma, te distrae, te calma, te alegra, te hace pensar, reflexionar y, en muchas ocasiones, te da nuevas perspectivas sobre la vida.
Beneficios sociales
¿Y quién dijo que leer es una actividad solitaria? Claro, técnicamente se puede considerar así, pero hay un pequeño truco: lo que lees te puede conectar con otras personas. Piensa en todas esas veces que has entablado conversación con alguien sobre un libro que ambos habeis leído y de repente, ¡zas!, ya has encontrado algo en común de lo que hablar, y la conversación puede ir desde una tranquila charla hasta un apasionado debate sobre quién es el mejor personaje de esa novela épica que tanto os gusta. Además, ser un lector habitual te da un abanico de temas para discutir en cualquier ocasión, ¿que en una fiesta nadie sabe de qué hablar?, no te preocupes, porque tú siempre puedes sacar a relucir alguna anécdota literaria interesante. ¡Puntos extra si logras que los demás también se interesen por el libro del que estás hablando!
El lector como constructor de mundos
¿Cuántas veces en mi vida habré escuchado que leer es una actividad pasiva?. ¡pues permítanme corregirles ahora mismo, caballeros y caballeras!. Leer no es como ver televisión, donde te sientas en el sofá y dejas que una serie de imágenes y sonidos te bombardeen hasta que te conviertes en una especie de zombie del entretenimiento, ¡no, no, no!. Leer es un ejercicio mental digno de un arquitecto de sueños, ya que cuando abres un libro y posas tus ojos sobre las palabras, estás, literalmente, construyendo mundos en tu cabeza, te conviertes en el diseñador de escenarios más genial que jamás haya existido, ¡y sin necesidad de un título en arquitectura para hacerlo!. Cada palabra es un ladrillo, cada párrafo una pared, cada capítulo una estructura entera que vas levantando con la fuerza de tu imaginación.
Recuerdo cuando de chaval leí «El Señor de los Anillos» de J.R.R. Tolkien, un tiempo en que mi cerebro se encontraba en plena expansión (a su ritmo pero en expansión) Tolkien, con sus descripciones minuciosas, me dio las instrucciones básicas, pero fui yo quien creó cada rincón de la Tierra Media en mi mente, desde las verdes colinas de la Comarca, hasta la majestuosidad de Rivendel, sin olvidar la lúgubre y tétrica oscuridad de Mordor. Todo se construía palabra a palabra, en un proceso que en realidad puede llegar a ser tan activo como cualquier otra forma creativa. De hecho, dos personas pueden leer el mismo libro, y cada una creará un mundo ligeramente diferente, ya que tu experiencia, tus emociones, tus gustos y tus ideas son las que le dan color y forma a esas palabras impresas en el papel.
Por lo tanto, recuerda que al leer, no eres un espectador pasivo, eres el director de arte, el guionista y el productor de tu propio espectáculo mental. Así que la próxima vez que agarres un libro, recuerda: tú no solo lees, tú creas, eres un modesto dios en miniatura que da vida a lo que otros imaginan. No hay nada pasivo en eso, amigo mío y, una vez que lo ves así, cada libro se puede convertir en una experiencia épica.
El mito del «lector serio»
Ahora, vamos a hablar de ese mito que vive agazapado entre las sombras, esperando para hacer acto de presencia cuando se le presenta la ocasión (que suele ser unas 180 veces al día), ese fantasma literario que iba para listo y se quedo en listillo y que se llama, «el lector serio». Seguro que alguna vez te has encontrado con alguien que parece tener un doctorado en leer libros de 500 páginas en una sola noche, con una copa de vino tinto (reserva del 86) en la mano, mientras desmenuza cada idea, cada metáfora y cada alusión literaria como si fuera un crítico de arte renacentista. Y ahí estás tú, con tu novela romántica ligera o tu thriller de aeropuerto, sintiendo que, de alguna manera, eres una especie de impostor en el mundo de la lectura.
¡Basta ya! Es hora de desmitificar esta idea absurda. En mi modesta opinión, no existe tal cosa como un «lector serio». Lo que sí existe es el lector feliz, el lector curioso, el lector que lee porque quiere, porque disfruta y no porque tiene que cumplir con un estándar imaginario de lo que le han dicho que es «bueno». Leer es un proceso personal, evolutivo y de introspección, y lo que te funciona a ti puede que no sea lo mismo que le funciona a tu amigo que devora literatura rusa del siglo XIX como si fueran caramelos de café con leche (¿todavía existen?).

Imagen creada por IA
A ver, os cuento un secreto: durante años me sentí un fraude porque nunca logré terminar «En busca del tiempo perdido» de Marcel Proust. Con un ejercito de críticos y expertos literarios alabándola como una de las obras cumbre de la literatura universal, y ahí estaba yo, atrapado en la mitad del primer libro, con la sensación de estar leyendo una lista interminable de descripciones sobre cosas que no me importaban lo más mínimo. ¡Y eso que me gusta la buena prosa (o al menos eso creo)! Pero, ¿sabes qué? llegué a la conclusión de que no pasa nada, no me encuentro menos capacitado para disfrutar de la lectura porque Proust no sea mi taza perfecta en la que tomar el té (o el café, que parece más apropiado para un autor francés, ¿no?).
Lo mismo va para esos que piensan que solo los libros «serios» cuentan. En mi opinión, leer es como comer: a veces te apetece un solomillo de ternera con demiglace de manzanas reineta y en otras ocasiones prefieres una simple aunque deliciosa hamburguesa. Y ambas opciones son perfectamente válidas, aunque hay que seguir una dieta variada y equilibrada, pero un día es un día. Los cómics, los bestsellers, las novelas de ciencia ficción (género maravilloso), ¡incluso esos libros de autoayuda que mucha gente lee a escondidas!, todo cuenta. No hay un manual que diga que tienes que leer ciertos libros para ser un «buen lector» o un «lector serio». La clave está en encontrar lo que te gusta y dejar que tus gustos evolucionen con el tiempo, de hecho, gran parte de la belleza de la lectura es que no tiene reglas estrictas, se trata de un viaje, y tú eliges el camino.
Cultivando el hábito de la lectura
Antes de ponernos a leer como posesos, hay que asegurarse de tener el terreno adecuado, ya que un buen espacio de lectura es como esa cafetería que tanto te gusta, esa donde tan cómodo te sientes, pero sin el camarero que insiste en llevarse tu taza antes de que termines. Vamos, que necesitas un rincón solo para ti, donde las distracciones sean tan extrañas como ver a un niño de catorce años dejando el móvil y cogiendo una enciclopedia.
Crear un espacio de lectura
Aunque claro, no todos tenemos la suerte de contar con una biblioteca hogareña de película, con estanterías repletas de libros hasta el techo, un sillón reclinable de cuero italiano posado sobre una alfombra de lana fina y seda persa tejida a mano, en combinación con una chimenea de piedra natural, cuyo crepitante fuego ilumina toda la estancia. No necesitas todo eso para tener tu propio santuario de lectura, es suficiente con encontrar un lugar donde puedas sumergirte comodamente en el libro sin que nadie ni nada te molesten.
Puede ser tu sofá favorito, una esquina tranquila en el parque, en la playa, en el campo o, simplemente, un rincón en tu cama con una buena lámpara de lectura. Lo importante es que sea un lugar donde, en cuanto te sientas, tu cerebro entienda: «¡Ah, es hora de leer!» como si fuera un perro cuando le enseñas su correa y se da cuenta que va a salir de paseo (siiii, ya se que eso no suena muy bien, pero es así).
Momento adecuado para leer
Y ojo, que tan importante como el lugar es el momento. No hace falta que te conviertas en un monje que lee en horarios fijos dispuesto a hacerse el haraquiri si no puede hacerlo a sus horas, pero, creeme si te digo que establecer una rutina ayuda muchísimo. A lo mejor te funciona leer un ratito antes de dormir, o en ese rato muerto mientras esperas el bus, tu decides, lo importante es que encuentres un momento que funcione con tu vida diaria y que puedas respetar la mayoría de los días. Sin una rutina puedes acabar posponiendolo hasta que te des cuenta de que el último libro que leíste fue en 2014… ¡y era el manual del microondas!
Establecer metas realistas
A ver, no todos somos atletas de la lectura en pleno maratón literario, pero, eso sí, todos podemos fijarnos metas que nos motiven y que sean alcanzables. Primero, permite que te de un consejo de oro: empieza con metas pequeñas. ¿Cuántas veces hemos oído el clásico de «este año voy a leer 50 libros»?. Suena bien en enero, cuando estamos todos rebosantes de propósitos y resoluciones. Sin embargo, en abril, cuando te das cuenta de que solo has leído la mitad de uno, esa meta se convierte en un lastre que te recuerda constantemente que tienes mucho trabajo para poder cumplir con la promesa que te hiciste a ti mismo.
Por eso, lo mejor es establecer metas realistas, como por ejemplo «voy a leer 10 páginas al día» o «un libro al mes». Y si un día te pasas y lees más, pues ¡bingo!. Pero, por supuesto, no te castigues si no alcanzas tus metas, ya que lo importante es que estás leyendo, que estás haciendo un esfuerzo, se trata de un proceso, no de una carrera, y mientras disfrutes lo estarás haciendo bien.
Superar los obstáculos
Vamos a hablar claro: todos hemos tenido esos días en los que la idea de leer parece tan remota como levantarse a las cuatro de la mañana para salir a correr, mi vecino lo hace, desconozco de que planeta viene. El trabajo, los estudios, la familia, las redes sociales, la vida misma, e incluso la falta de sueño, debido al ruido que hace ese vecino que se levanta a las cuatro de la mañana para ir a correr, se entrometen y, antes de que te des cuenta, ha pasado una semana y no has tocado un libro. ¿Qué hacer? Primero, no te castigues, la vida no es sencilla, y a veces simplemente no se puede, aunque eso no significa que debas renunciar a la lectura.
Aquí van algunos trucos que he encontrado útiles para superar esos obstáculos:
- Lucha contra la falta de tiempo: Si tu problema es el tiempo, la clave está en encontrar esos pequeños momentos escondidos en tu día. Puede que no puedas disponer de una hora entera, pero ¿qué tal 10 minutos en el desayuno?, o 15 minutos antes de dormir. Incluso leer en el transporte público cuenta. La idea es que te hagas un hueco, aunque sea pequeño, para mantener el hábito, se trata de una cuestión matemática, cinco minutos son más que cero, concretamente, cinco veces más.
- Enfréntate a las distracciones: Ah, las distracciones… esos pequeños demonios que te expulsan del libro para ver vídeos de gatitos cada diez minutos. Aquí, la estrategia es simple: crea un entorno libre de distracciones. Deja el teléfono en otra habitación, ponlo en modo avión, o levántate, ponte las pantuflas y ves a tirar el móvil a la basura. Y si aún así te continúas distrayendo fácilmente, trata de leer en bloques cortos de tiempo con unos minutos de descanso entre medias, así tu mente se mantiene fresca y concentrada.
- Vence la pereza: A veces, el mayor obstáculo eres tú mismo, al contrario de lo que me sucede a mí, que mi mayor obstáculo soy yo mismo. Simplemente no te apetece leer. Y está bien. En esos casos, mi truco es no forzarme a leer algo que no me llama en ese momento, y en su lugar, opto por algo ligero, corto, releer alguno de mis favoritos o, simplemente, volver a los inigualables Mortadelo y Filemón. La cuestión es no perder el hábito, aunque sea con algo que no requiera mucho esfuerzo.
En resumen, la lectura es como cualquier otro hábito: requiere constancia, paciencia y, sobre todo, amor por lo que haces. Superar los obstáculos es parte del proceso, y con un poco de creatividad, seguro que encuentras la forma de que leer sea un placer, no una carga. ¡Así que adelante, el próximo capítulo de ese libro que nunca olvidarás te está esperando!
Lectura activa vs. Lectura pasiva
La diferencia entre lectura activa y pasiva se puede equiparar con flotar en un río o remar río arriba. La lectura pasiva es lo que hacemos cuando estamos medio dormidos, despistados, deslizando los ojos por las líneas sin realmente comprometernos a comprender y profundizar lo que estamos leyendo. Es como cuando ves una película y te das cuenta de que, después de 20 minutos, no tienes ni idea de lo que ha pasado porque estabas pensando en qué vas a cenar mañana. A todos nos ha pasado, no te preocupes, y eso que siempre acabo cenando pasta o ensalada.
La lectura activa, en cambio, es cuando realmente te metes en el texto, cuando te conviertes en participante en lugar de espectador, es cuando te haces preguntas como: «¿Qué está diciendo el autor? ¿Estoy de acuerdo con lo que dice? ¿Qué significa esta metáfora extraña que acabo de encontrar? ¿Tomaría la misma decisión que el protagonista de la novela que estoy leyendo?. Se trata de entablar una conversación con el libro, pensando, argumentando, y a veces, hasta discutiendo un poco con el texto (me he encontrado con algunos muy cabezotas).
Para adoptar un enfoque activo, aquí van algunos consejos prácticos. Primero, antes de empezar a leer, date un momento para reflexionar sobre lo que esperas obtener del texto. Hazte preguntas de este tipo: «¿Por qué voy a leer esto? ¿Qué deseo conocer, aprender o disfrutar?» Esto te puede ayudar a ponerte en la mentalidad adecuada desde el principio. Mientras lees, mantén tu mente despierta, anota tus pensamientos al margen, resalta frases que te llamen la atención, y no dudes en volver atrás si sientes que te has perdido algo importante.
Tomar notas y subrayar
Si te digo la verdad, siempre he tenido una relación complicada con eso de subrayar y tomar notas en los libros. Por un lado, me gusta mantener mis libros bonitos y limpios, como si acabaran de salir de la tienda. Pero, por otro lado, sé que un libro repleto de notas es un libro que realmente has vivido, explorado y exprimido al máximo. Subrayar es como marcar el territorio en el que has encontrado oro literario. Cuando un párrafo parece hablarte directamente, subraya esa frase, no tengas miedo. Y si no quieres marcar el libro, usa post-its o marca páginas, o incluso apunta en un papel la página en la que aparece lo que quieres recordar, o directamente, aunque más enredoso, apúntalo en un cuaderno, yo tengo unos cuantos.
Tomar notas es el siguiente nivel de la lectura activa, ya sea en los márgenes del libro o en un cuaderno aparte, anotar tus pensamientos mientras lees te ayuda a procesar, comprender y retener la información. Puedes escribir un resumen de cada capítulo, preguntas que surgen o incluso reflexiones personales sobre cómo lo que lees se conecta con tu vida. Y aquí te va un truco de lector: cuando termines el libro, revisa todas esas notas y partes subrayadas para reforzar lo que has aprendido y asegurarte de que los puntos más importantes no se queden en el olvido.
La lectura en voz alta
¿Te acuerdas de cuando te leían cuentos antes de dormir? Hay algo mágico en la lectura en voz alta que nunca debería perderse, y no es solo para los niños. De hecho, leer en voz alta puede ser un arma secreta en tu arsenal de lector, ya que no solo mejora la comprensión y la retención de lo que lees, sino que también le da vida al texto de una forma que la lectura silenciosa no puede igualar. Leer en voz alta obliga a tu cerebro a procesar el texto de una manera diferente, no puedes simplemente pasar los ojos por las palabras, tienes que entender lo que estás leyendo para poder expresarlo con el tono y el ritmo correctos.
Esto no solo mejora tu comprensión del texto, sino que también te hace más consciente del estilo del autor, de la cadencia de las frases y de la música interna de las palabras. Además, el poder de la lectura en voz alta puede mejorar tu expresión oral, puesto que cada vez que lees en voz alta, estás practicando tu dicción, tu entonación, e incluso tu capacidad para transmitir emociones.
Cómo superar el bloqueo lector
El bloqueo del lector, esa temida fase en la que simplemente no puedes engancharte a ningún libro, es como esa piedra en el zapato que aparece en los momentos más inoportunos. Pero no te preocupes, que salir de ese bache es totalmente posible con algunas de estas estrategias alternativas para superar ese mal rato y recuperar la pasión por la lectura.
Explora nuevas formas de narración
A veces, lo que necesitas no es solo cambiar de libro, sino cambiar completamente la forma en que consumes historias. ¿Has probado los audiolibros? Escuchar una buena historia narrada con maestría puede reavivar tu amor por la narrativa. Los audiolibros te permiten disfrutar de la literatura mientras haces otras cosas, como caminar, conducir o simplemente relajarte en el sofá. Y si los audiolibros no te atraen, ¿qué tal los podcasts literarios? Hay muchos que analizan libros, discuten sobre autores o cuentan historias originales, y pueden ser una manera perfecta de volver a habitar en el maravilloso mundo de la palabra escrita.
Incorpora la lectura a nuevas rutinas
En lugar de intentar obligarte a leer como lo harías normalmente, cambia las circunstancias. Por ejemplo, si siempre lees en la cama antes de dormir y ahora no consigues concentrarte, prueba a leer en un parque, mientras desayunas, o incluso en el transporte público. Incorporar la lectura en momentos diferentes del día puede ayudarte a encontrar de nuevo esa tranquilidad mental que necesitas.
Revive tus primeras lecturas favoritas
Otra estrategia poderosa es volver a los primeros libros que te hicieron amar la lectura. No hablo solo de releerlos, sino de revivir la experiencia que tuviste con ellos. ¿Cómo? Busca versiones comentadas o análisis literarios de esos libros, mira adaptaciones cinematográficas o teatrales. Tal vez, esta nueva perspectiva te permita redescubrir lo que una vez te apasionó, ayudándote de este modo a reactivar tu amor por la lectura.
Meditación y mindfulness aplicado a la lectura
A veces, el bloqueo del lector tiene más que ver con la saturacion mental que con los libros en sí. Practicar la meditación o el mindfulness antes de leer puede ayudarte a centrarte, relajarte y abrir tu mente de nuevo a la experiencia de la lectura. Piensa en ello como una manera de reiniciar tu cerebro y dedica unos minutos a respirar profundamente, dejando tu mente en blanco mientras las distracciones desaparecen y te enfocas en el presente. Luego, toma un libro y comienza a leer sin expectativas. Verás cómo cambia tu percepción.
Experimenta con la escritura
Quizá no lo habías considerado, pero ponerte a escribir puede ser una forma excelente de superar un bloqueo lector. Escribir tus propios cuentos, relatos, poemas o simplemente llevar un diario literario puede reconectarte con el amor por las palabras. No importa si lo que escribes nunca verá la luz del día, el ejercicio de crear tus propias historias te hará ver los libros con otros ojos.
Lee en otros idiomas
Si tienes conocimientos de otro idioma, incluso a nivel básico, intenta leer algo en esa lengua. No tiene que ser un clásico de «chorrocientas» mil páginas, puede ser algo más sencillo, como un cuento corto o un libro infantil. Leer en otro idioma puede variar tu enfoque, y esa novedad puede ser justo lo que necesitas para romper con el bloqueo. Además, te ayudará a mejorar tus habilidades lingüísticas, lo cual es un bonus.
Con estas estrategias, espero que encuentres el camino de vuelta al placer de la lectura, y recuerda que todos pasamos por periodos de sequía literaria, aunque lo importante, es no presionarse demasiado, ya que, si de verdad los quieres, los libros siempre encontrarán la forma de volver a ti.
FIN
¡Ah, amigo lector!. Hemos llegado al final de este viaje literario juntos, lo sé, ha sido muy largo y soy un pesado…pero al menos ya has leído. Antes de despedirnos, permIteme decirte que si has llegado hasta aquí, es porque la lectura y tú tenéis una relación muy especial, casi mágica, hemos explorado juntos los secretos para ser un buen lector, desde crear ese rinconcito perfecto para leer hasta plantarle cara al temido bloqueo lector. Hemos reflexionado, y, espero, aprendido algo nuevo en el camino.
La lectura es una experiencia sin fin, una viaje que no necesita pasaporte ni maletas, tan solo requiere de una mente abierta y un corazón dispuesto. No importa si lees rápido o lento, si prefieres novelas o ensayos, si te encanta la ciencia ficción o los clásicos, lo importante es que cada vez que abres un libro, te estas dando la oportunidad de descubrir nuevos mundos, analizar ideas, vivir otras vidas, y, sobre todo, de enriquecer la tuya propia.
Así que, te animo a seguir explorando, a releer tus favoritos, a experimentar con nuevos géneros, a leer en voz alta y a sumergirte en las historias con todo tu ser. Recuerda que no existe el lector perfecto, tan solo alguien que ama las palabras y lo que ellas pueden ofrecer. Y si alguna vez te sientes perdido, recuerda que los libros siempre estarán ahí, esperándote, dispuestos a recibirte con los brazos abiertos y las páginas listas para ser devoradas. Y no olvides que leer no es solo un pasatiempo, es una forma de vida, un refugio, y, sobre todo, una fuente inagotable de placer.
Hasta la próxima lectura, amig@. ¡Nos vemos entre las páginas de algún buen libro!