

- Título: Niebla
- Autor: Miguel de Unamuno
- Año de publicación: 1914
- Edición: Noviembre 2017
- Editorial: Santillana Educación S.L.
- Páginas: 320
Carta de Augusto Pérez (protagonista de niebla)
Querido lector:
Me han dicho que alguien ha escrito una reseña sobre mi vida. No una biografía, no… una reseña. Como si mi existencia fuera un libro cualquiera, como si se pudiera resumir en tres párrafos y una opinión, como si se me pudiera leer igual que se lee el prospecto de un medicamento. Y no sé si reírme, ofenderme… o agradecerlo.
¿Tú qué haces aquí? ¿Vienes a curiosear? ¿A buscar razones para leer una novela que no sabes si es novela? ¿A averiguar si merezco tu tiempo, o si soy solo un personaje más, de esos que uno olvida al cerrar el libro?
Y, sin embargo… qué bonito eso de que alguien se interese por mí después de tantas páginas. Me hace sentir como si todavía siguiera vivo en algún rincón de tinta, como si no me hubiera disuelto del todo en esa niebla que llaman ficción. Porque tú sabes que estoy hecho de palabras, ¿no? De pensamientos, de dudas, de diálogos interiores. Y sin embargo, me creí real, me quise real. ¿Y si esa fue mi única verdad?
Pero, espera, espera… no quiero ponerme demasiado trascendental. A veces me ocurre. Me siento a pensar en mi existencia y acabo hablando conmigo mismo como si fuera otro. O como si fuera tú. Porque, dime una cosa, lector: ¿tú también hablas contigo mismo? ¿También te inventas argumentos para justificar decisiones que ya habías tomado sin saberlo? ¿También te preguntas si eres libre, o solo el resultado de una trama que alguien más escribió?
¿Sabes qué? Hay días en que sospecho que yo fui más libre que muchos de ustedes, los de carne y hueso. Porque yo al menos tuve el valor de rebelarme contra mi autor. Aunque… bueno, de qué sirvió. No sé. Quizá solo fue un juego de espejos. O una pataleta metafísica. O una necesidad desesperada de que alguien me escuchara.
Ah, pero ahora me doy cuenta, has llegado hasta aquí, a esta carta, escrita por un fantasma que nunca fue real. Y eso, querido lector, ya me hace un poco menos niebla. Porque si tú me piensas, si tú me lees, entonces existo, ¿no?
Pero no quiero monopolizar la palabra. Hay alguien que quiere hablarte de mí, de mi historia, de ese extraño experimento que llaman nivola. Un reseñista —¡ese nombre también me intriga!— que ha leído mi vida con ojos atentos y quiere compartir contigo lo que ha encontrado.
Escúchalo.
O no.
Tú decides. Al menos, eso te gusta creer.
Con irresuelta gratitud,
Augusto Pérez
Augusto habló… ahora le toca a la nivola
Pues me disponía a escribir esta recomendación de la genial y profunda novela de Unamuno, uno de esos libros que te sacuden el alma, cuando, sin esperarlo, llegó a mi torpe cabeza una carta. No una carta cualquiera. Una carta enviada por el mismísimo Augusto Pérez, protagonista de Niebla, ese hombre que no sabe si vive, sueña o simplemente lo imaginamos nosotros.
Evidentemente, tenía que publicarla como introducción. ¿Cómo negarse a dar voz a alguien que ha discutido con su propio autor?
Y después de semejante interpelación, ¿cómo no continuar? Quizá no pueda explicarte quién es realmente Augusto —ni él mismo lo sabe—, pero sí puedo contarte qué es Niebla. Porque más allá de sus neblinas metafísicas, lo que tenemos entre manos es una historia peculiar, provocadora, divertida a ratos y absolutamente única.
Vamos con la sinopsis…
Sinopsis
¿Puede uno salir a la calle sin rumbo, seguir a un perro sin motivo, y terminar enredado en una historia donde ya no se sabe quién manda, el personaje, el autor o el lector? Sí, si uno se llama Augusto Pérez. Y si el que escribe se llama Miguel de Unamuno, ni te cuento.
¡Atención!, esto no es una novela. O al menos, no una de las de siempre. Esto es una “nivola”, palabra que el propio Unamuno se sacó de la manga —o de la metafísica— para advertirnos de que aquí hay reglas nuevas. Y la primera es esta: no esperes acción trepidante ni héroes decididos. Aquí manda la duda, la reflexión, el monólogo interno. Lo que mueve la historia no es el qué pasa, sino el cómo lo vive quien lo está pasando.
Augusto Pérez es un joven burgués, soltero, algo torpe en cuestiones prácticas y muy ducho en cuestiones abstractas. Ha heredado una renta que le permite no trabajar, y ocupa sus días leyendo, observando el mundo desde lejos y filosofando sobre casi todo. Hasta que un día, casi sin querer, algo cambia. En medio de un paseo sin destino, ve a una mujer que le llama la atención. Se llama Eugenia, y ese encuentro será el detonante de todo lo que viene después.
A partir de ahí, Niebla nos lleva por las peripecias —más interiores que exteriores— de Augusto, que decide conocer a Eugenia, cortejarla, entenderla, idealizarla y, en el fondo, buscar en ella un sentido para su vida. En el camino irán apareciendo otros personajes, cono Liduvina, la criada que lo cuida y lo contradice, Victor, el amigo que lo aconseja (regular), los parientes de Eugenia, Mauricio el pretendiente de Eugenia, y hasta un perro, Orfeo, que tendrá más protagonismo del que uno espera.
La historia se construye como una suma de escenas cotidianas, diálogos llenos de vueltas y revueltas, momentos de humor involuntario y muchas —muchísimas— reflexiones de Augusto sobre el amor, el alma, el yo, el libre albedrío, y hasta el lenguaje. Pero la niebla no solo está fuera, también es la que envuelve al propio protagonista, que se mueve como a tientas, preguntándose constantemente por el sentido de lo que hace… y de lo que siente.
Y cuando parece que vamos entendido el juego, la historia da un paso más allá. Pero eso mejor lo descubres tú.
Estilo y personajes
No he leído nunca —ni antes ni después— una novela, o nivola, en la que se usen tantos signos de interrogación como en Niebla. Y no lo digo como queja, sino casi como reverencia. Porque esas preguntas que lanza Unamuno al aire, o a sus personajes, o al lector, no están ahí para ser respondidas, están ahí para acompañarnos. Para dejarnos en ese mismo estado de niebla en el que camina Augusto Pérez, el protagonista. Unamuno no busca darnos certezas, más bien, busca que pensemos, que dudemos, que nos detengamos.
El estilo es elegante, sobrio y bellísimo. Tiene una hondura que no pesa, porque va trufada de ironía, sarcasmo y reflexiones que entran sin pedir permiso. Se nota que quien escribe es un filósofo, pero también un poeta. Cada frase parece escrita con la pluma de alguien que duda incluso de estar escribiéndola, y sin embargo avanza. Avanza como Augusto por la calle detrás de un perro, sin rumbo claro, pero con la necesidad de ir.
Y hablando de Augusto… Qué personaje, qué maravilla, qué criatura absurda, entrañable y contradictoria. Vive más hacia adentro que hacia afuera, se lo cuestiona todo, y en el fondo —lo sospecho— no quiere tanto vivir como pensar en lo que es vivir.
Pero no quiero destriparos la sorpresa más fascinante que Unamuno guarda para el final. Solo diré que su apuesta por romper la cuarta pared, por jugar con el papel del autor y su creación, es algo que merece ser descubierto por uno mismo, página a página. Solo añadiré que esta novela nos pone frente a preguntas que se clavan hondo: ¿quién decide lo que pasa? ¿quién realmente manda? ¿qué significa ser libre cuando somos, en el fondo, solo palabras sobre el papel?
Leer Niebla es como mirarse en un espejo empañado: ves algo, intuyes una forma, y justo cuando crees entenderla… se vuelve a nublar. Pero qué gozo ese no entender del todo. Qué buena compañía esa duda.
Conclusión
Muchos libros se leen, otros se disfrutan, y algunos —pocos— se piensan. Niebla pertenece a este último grupo, sin por ello dejar de ser un placer . Es una obra que se infiltra en la manera en que miramos la realidad, el lenguaje, incluso nuestra propia libertad. A mí, al menos, me ha obligado a detenerme, a volver sobre mis propios pensamientos, a plantearme hasta qué punto soy autor de lo que hago o personaje de lo que otros esperan de mí.
Pero más allá de las reflexiones, he disfrutado enormemente del cómo, de esa ironía tan afilada, del juego constante entre el pensamiento serio y el humor sutil, de esa escritura que no se conforma con contar una historia sino que dialoga con quien la está leyendo. Leer a Unamuno es como conversar con una mente inquieta, brillante, contradictoria, que se cuestiona incluso mientras te habla. Y esa sensación de estar ante una conciencia viva es una de las experiencias literarias más estimulantes que he tenido.
En cuanto a su originalidad, no hay duda de que Niebla fue y sigue siendo una obra adelantada a su tiempo. Su ruptura con las convenciones narrativas anticipa muchos de los experimentos que vendrían décadas después. En este sentido, no es difícil trazar líneas que conectan a Unamuno con Luigi Pirandello (Seis personajes en busca de autor), con Borges y sus laberintos metafísicos, o incluso con los juegos narrativos de Italo Calvino (Si una noche de invierno un viajero) o incluso Paul Auster. Todos, a su manera, heredan ese impulso de poner en jaque la frontera entre ficción y realidad, entre autor y criatura.
Y sin embargo, Niebla tiene algo que la hace irrepetible. Tal vez sea la figura de Augusto, tan desvalido y tan lúcido. Tal vez sea esa niebla que no se despeja, que se vuelve parte del estilo y del fondo. O tal vez sea esa valentía de Unamuno para convertir la literatura en campo de batalla filosófico, pero sin sacrificar belleza, ni humanidad, ni ternura.
No me atrevo a recomendar este libro como quien ofrece un producto garantizado. Niebla no es para todos los gustos, ni lo pretende. Pero si alguna vez te ha inquietado la idea de quién eres realmente, si alguna vez te has sentido parte de un guion ajeno, o has querido conversar con tu creador (sea quien sea), entonces este libro te espera. No para darte respuestas, sino para hacerte compañía mientras te haces las preguntas.
Y en estos tiempos en que la velocidad nos roba la pausa y la duda parece un lujo, encontrar una obra que invita a detenerse, a pensar, a sentir la niebla… es un regalo que merece la pena abrir. Aunque no lo entiendas del todo. O precisamente por eso.
Miguel de Unamuno

Miguel de Unamuno (1864–1936) fue un escritor, filósofo y pensador español que formó parte de la llamada Generación del 98, un grupo de autores preocupados por la identidad de España tras la crisis nacional del fin del siglo XIX. Intelectual inquieto, contradictorio y profundamente humano, Unamuno escribió ensayo, poesía, teatro y novela, aunque él mismo renegaba de los géneros tradicionales. Fue rector de la Universidad de Salamanca en varias ocasiones, cargo que le trajo tanto prestigio como conflictos, especialmente durante la agitada vida política de su tiempo.
Su pensamiento gira en torno a la duda, la fe, la razón, el sentido de la existencia y la tensión entre el individuo y la historia. En obras como Del sentimiento trágico de la vida o San Manuel Bueno, mártir, y por supuesto en Niebla, plasmó una visión profundamente personal del ser humano, contradictorio, frágil, pero también capaz de rebelarse ante lo incuestionable. Unamuno no quiso dar respuestas cerradas, sino plantear preguntas, por eso, más que un autor del pasado, sigue siendo un interlocutor incómodo y brillante para nuestro presente.